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CAP. IX.-'YI!SIO;',ES Ei\THE INFIELES 239 Miguel, San Gonzalo García y San Felipe de Jesús, tres jesuítas indígenas y 17 neóíitos terciarios. El efecto de este martirio fué un nuevo movimiento de conver– siones y una mayor expansión misional de los franciscanos en los primeros aííos del reinado de Daifusarna ( 1593-1616). En 1602 entraba en el Japón una expedición de seis franciscanos, que luego fundaban residencias en Miyako. Fishima. Osaka, Yedo, Okayama, Uraga y en la misma capital de Daifusama. Kwanto. Tras los franciscanos llegaron también de Filipinas los domini– cos y agustinos. En 1603 sumaban 3'1, los misioneros francisca– nos entregados a la cura p:islornl y al cuidado de los hospitales y leproserías. Pero en 1612 estalló de nuevo la persecución por instigación de los mercaderes calvinistas de Holanda, persecución que. incre– mentada en 1616 y llevada con ensaiíamiento sin igual desde 1622. había de producir incontables mártires y por fin aislar totalmen– te la cristiandad japonesa. Buen número de franciscanos lograron permanecer ocultos y otros muchos intentaron acudir en auxilio de los fieles perseguidos. pero sin otro resultado que hallar la muerte no bien desembarcados. Entre religiosos y terciarios se eleva a 354, el número de los hijos de San Francisco que ofrenda– ron su vida en el martirio. 65 de los cuales han sido elevados al honor de los altares: varios de los misioneros martirizados eran indígenas. El más insigne apóstol de esta segunda época es el beato Luis Sotelo. Condenado a muerte en 1612. captóse el apoyo del daymío de Voxu, Mazamunc, quien en 1613 lo envió como embajador suyo ante el rey de Espaíía y el Papa. Paulo V nombróle obispo del .1 apón orientaL y en calidad de tal, aunque sin haber logrado su consagración por intrigas que salieron al paso en la corte de Madrid, se dirigió a su diócesis en 1622, cuando la persecución entraba en su fose más enconada. Fué al punto encarcelado y en 1624 quemado a fuego lento, mientras cantaba el Te Deum. Las cristiandades formadas por los franciscanos, aunque priva– das de sccerdotes y reducidos al silencio, sobrevivieron en la más misteriosa clandestinidad, hasta que fueron descubiertas en 1865.

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