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CAP. IX.-:\IISIONES ENTHE INFIELES 235 dres Pedro Angel de Espiñeira ( t 1778) y Francisco Javier de Alday ( "f 1826), ambos eficaces mediadores de paz en diferentes ocasiones entre los indios alzados y el gobierno de la colonia. En la isla de Chiloé habían penetrado los franciscanos ya en el si– glo xvr; después de la expulsión de la CompallÍa de Jesús tomó a su cargo el cuidado espiritual de ésta y de las derruís islas del sur de Chile el colegio de Ocopa. Otra de las irradiaciones misionales de la provincia del Perú fué la que tuvo por campo las tribus de los indios mojos y rnose– tencs en el territorio de la actual Bolivia, a la parte oriental de los ríos Beni y Madre de Dios. Estas misiones fueron entregadas al clero secular en 1793, debido a la falta de recursos en que se hallaban los misioneros. Dependieron de la provincia de Char– cas, que alcanzó gran florecimiento en el siglo XVII. El colegio de misioneros de Tarija mantuvo durante mucho tiempo reduc– ciones entre los indios chiriguanos; arrasadas después por los salvajes, fueron restauradas a fines del siglo XVIII por el P. i\.nto– nio Comajuncosa ( t 18M) y el hermano fray Francisco del Pi– lar ( t 1303). La florecicntísima misión de los mojos, cultivada por los jesuítas hasta su expulsión, había quedado totalmente arruinada al tomarla a su cargo en 1796 el colegio de Tarata, fundado expresamente con este fin. Los franciscanos lograron reorganizarla y establecer además nuevas reducciones entre los yuracares, aunque con escaso resultado. Más copioso le tuvieron los misioneros del mismo colegio entre los mosetenes y guarajos a partir de 1300. VnmEINATO DEL Río DE LA PLATA.-En la expedición del des– cubridor Pedro de Mcndoza figuraban varios franciscanos embar– cados desde España expresamente para poner las bases de la Iglesia en las regiones del Plata. En 1538 un grupo de misione– ros, mandados por fray Pedro de Armcnta, habían formado una cristiandad muy prometedora en la Asunción y pedían más ope– rarios para proseguir la conversión de todo el Paraguay. Más tar– de se extendieron por Tucumán, donde se les habían adelantado los dominicos y mercedarios. Con los conventos erigidos formóse

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