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CAP. IX.-J\USIOXES E:'\TRE INFIELES in<lios hautiza<los. En el valle del Huallaga cuidaban los francis– canos <le unos 30.000 neófitos. Fray Pahlo de Coimhra convirtió toda la ferncísima región del Huánuco, conquistada en 151.2. El santo lego fray Mateo de Jumilla (-r 15íU) fo{, el apóstol <le Caja– marca. echando mano del rnrtodo icano de recorrer las pohla– ciones con los niííos instruidos por él. En Lima estahlecióse un gran convento. centro de e,tudios y de formación de misioneros para una gran parte de la América meridional. En ló00 fundiise además en la misma capital del virreinato casa de recolec- ción. cuyo primer fué S:m Francisco Solano. La provincia del Perú tuvo un frente rni~ional ,;umamente san– griento en la región del río Ucayali. afluente del Amazonas. La primera entrada afortunada fu[, llevada a caho en ló31 por el Padre Felipe Luyendo y varios otros religiosos; en camhio. la expedición dirigida en 1635 por el P. Jerónimo Jirnéncz a tra– vés del Cerro de la Sal pereció a manos de los indios salvaje,:; la misma suerte corrió otra dirigida inmediatamente por el Padre Matías de Illescas, después de haber fundado siete reducciones en el río Chancharirnyu; por el mismo tiempo eran destruídas por los salvajes las reducciones del río Huallaga; en 16[]6 moría a manos de los indios el celoso P. Manuel Biedma en una expedi– ción al Ucayali. Con la fundación del Hospicio de Ocopa, llevada a cabo por el P. Francisco de San José en 1712, comienza una nue– va época para estas misiones. El Hospicio fué después transforma– do en colegio de misioneros bajo la denominación de Santa Rosa. Así pudieron establecerse hasta <loce reducciones en el Cerro de la Sal y otras en las Pampas del Sacramento, entre el Vcayali y el Huallaga. Pero en 174,2 una incursión de los indios salvajes acabó con los poblados y con la vida de los misioneros. No se intimidaron con ello los religiosos del colegio de Ocopa; en 1760 penetraban de nuevo en la cuenca del Ucayali, pereciendo gran parte de ellos a manos de los indios casibos. Nuevos operarios acudían a llenar el puesto <le los que sucumbían. El martirologio de las antiguas misiones franciscanas del Perú registra hasta 129 nombres de misioneros muertos por los indios. En lí87 condujo mayor número de religiosos de las provincias españolas el Pa-

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