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230 MA1'WAL DE HISTOIUA l''IL\NCISCANA nora, a costa ele la vida ele varios de ellos, si bien la cristianiza– ción de este país corrió por cuenta de los jesuítas hasta 1767. La evangelización de Nuevo Méjico es gloria preclara de los hijos de San Francisco, que exploraron por primen vez la re– gión en 1539. Al año siguiente intentó fundar la misión el pro– vincial de Méjico Marcos de Niza; tampoco tuvo éxito otra ex– pedición llegada en 1.532, en que perecieron tres misioneros. En 1593, junto con b ocupación militar, comenzó la cristianización con muy felices resultados. bajo la dirección de Juan de Escalo– na. La misión, que dependía de la provincia del Santo Evangelio. fué erigida en custodia en 1622, siendo su primer custodio Alon– so de Benavides, que condujo una expedición de veintiséis misio– neros. En 1630, los indios bautizados se elevaban a 30.000, y las iglesias construídas eran 4,3. Los franciscanos, además de misio– neros, fueron inteligentes civilizadores, instruyendo a los salva– jes en la agricultura, en los oficios mecánicos, en las letras y en la vida familiar y social. Muchos de ellos hubieron de regar con su sangre el suelo evangelizado, sobre todo en la insurrección ge– neral de 1630, en que perecieron 23 religiosos y 16.000 neófitos, y en otras que se siguieron; pero el fruto de los sacrificios ele doscientos años perdura todavía. El éxito mayor fué la pacifica– ción y conversión de los indómitos apaches, en cuyo territorio había quince reducciones en 1775. Durante el siglo XVI hiciéronse varios intentos de establecer misiones en Texas, pero sin resultado. La evangelización no pudo iniciarse hasta 1690, en que la tomó por su cuenta el colegio de Querétaro; pero fué interrumpida a los tres años y no pudo reanudarse hasta principios del siglo XVIII, por obra principal– mente del P. Antonio Margil ( 'f 1726), fundador del colegio de misioneros de Guatemala. A los cincuenta años ele labor, la mi– sión podía presentar 25 pueblos civilizados, con sus iglesias y escuelas. En 1737, las estaciones centrales eran 23, y los pue– blos, 34,. todo en un estado de prosperidad que causaba admi– ración. Menos espléndidos que en Nuevo Méjico y en Texas fueron los progresos logrados en Arizona, donde se establecieron los pri-

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