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224, MANUAL DE HISTORIA FRANCISCANA ridades musulmanas a cambio de firmanes de protección, que lue– go quedaban sin efecto. Más duradera y enconada fué la lucha con los cismáticos griegos, que llegó a hacerse sangrienta en más de una ocasión. Esta porfía por la posesión de los santos lugares era mantenida por los mismos turcos para obtener ganancia de ambas partes, y cedió durante mucho tiempo a favor ele los orientales gracias al apoyo moral y económico ele Rusia. En 1637 los griegos arre– bataban Belén y en 1674 el Santo Sepulcro, hiriendo gravemente a cuatro frasciscanos que lo defendían. En 1690, por interven– ción de Francia, pudieron recobrarse ambos santuarios. El Ce– náculo siguió en manos ele los turcos. En el siglo XVIII volvieron a lograr nuevas ventajas los orientales. La querella de nacionalidad hízose sentir en Tierra Santa ele una manera muy viva. Con el fin de anular la influencia espa– ñola, Francia trabajó en el siglo XVII por sustituir a los observan– tes por capuchinos y jesuítas franceses. Hacia 1628 determinóse que el custodio de Tierra Santa fuera siempre italiano, el vicario francés y el procurador español. Pero las desavenencias inter– nas no terminaron y dieron lugar a frecuentes intervenciones pon– tificias. En el siglo XIX cesaron las cuantiosas sumas que antes llega– ban de España, Portugal y Francia; con ello la prepotencia de los cismáticos era cada día mayor. 1\Jgo remediaron los subsi– dios enviados por Baviera y Austria. Añadiéronse luego las exi– g-encias de la política francesa en la constitución del personal de la misión, exigencias que ocasionaron no pequeñas molestias a la custodia. sobre todo desde la creación del Patriarcado latino de Jerusalén en 134,7. Se comprende que con una existencia tan azarosa y entre una población tan refractaria-mahometana. judía y cismática-el éxi– to de conversiones fuera escaso; ya era mucho poder sostenerse siglo tras siglo. Sin embargo. no ha sido despreciable el fruto pastoral; de 134,7 a 18í7 fueron reducidas a la Iglesia católi– ca 15.000 almas, de las que un millar procedían del islamismo y del judaísmo. Además se ha de tener en cuenta la labor de los

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