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222 l\IANUAL DE HISTORIA FHA:\'CISCANA pués quedó interrumpida la misión hasta que la restauró el pro– vincial de los descalzos de Andalucía, beato Juan de Prado, nom– brado vicario apostólico en 1630 y martirizado al año siguiente. A fines del siglo XVII los franciscanos tenían residencias misio– nales en Fez, !\iekínez. Tetuán y Saleh. Tras nueva interrupción producida en el siglo XIX, reanudó la misión en 1859 el P. José Lerchundi y desde esta Iecha ha llevado Yida cada vez más prós– pera. En 1862 un tratado hispano-marroquí garantizaba la liber– tad religiosa. Por exigirlo así la situación política, en 19:2~) la misión fué dividida en dos vicariatos c!postólicos. el de Marruecos para el territorio español y el de Habat para ln zona francesa. Más esporádico fu('.> el apostolado de los franciscanos en el resto de la costa africana. si se exceptúa Trípoli. donde la Pro– paganda les asignó en 1630 una misión que perduró mucho tiem– po con fruto considerable. En Egipto trabajaron hasta el siglo XL\ los franciscanos de la custodia de Tierra Santa; en 1687 dióse régimen independiente a la misión del Alto Egipto, donde se lo– graron buenos, aunque costosos resultados entre los coptos; Ln 1815 pudo crearse un vicariato especial para los coptos unidos. LA MISIÓN DE ABI:i!N1'\. Una de las páginas mas hermosas de la historia de las misio– nes es la que escribieron los reformados italianos con su empeño. tesonero y sangriento por llevar a término el encargo de la Santa Sede de fundar la misión de Abisinia. empeño sostenido por espa– cio de ciento sesenta años y jalonado de una larga lista de múr– tires. Habían resultado inútiles los intentos anteriores de jesuitas y capuchinos. La inmolación comenzó en 1637 con el martirio de Querubín de Caltagirone y Francisco de Tarento. En 164,8 ofren– daban su vida los superyivientes de la maltratada expedición diri– gida por el prefecto apostólico Antonio de Virgoletta y, a la muer– te de éste, por el mártir Antonio de Pescopagano. En 1668 eran apedreados en Gondar Francisco de Mistretta y Luis de Lauren– zana, que habían penetrado disfrazados. Dos años después su-

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