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220 MANUAL DE HISTORIA FRANCISCANA Llinás, que en 1682 había fundado el de Querétaro. Se los deno– minó comúnmente ((Colegios de Propaganda Fide>i. aunr1ue seguían dependiendo en realidad del comisario general de Indias y, por lo tanto, del Consejo de Indias de l\ladrid. Con el fin de formar misioneros para Tierra Santa y Levante se fundaron en Roma el Colegio de San Pedro in Montorio. en 1668. y el de San Barto– lomé. en 1709. No debía de andar. con todo, muy colmada la matrícula. cuando el ministro general huho de amenazar en 1747 con la excomunión a los que apartaran de la vocación misionera a los religiosos jóvenes. En 1727 lograron los descalzos y recole– tos franceses que sus colegios dejaran de depender del general y pasaron hajo la jurisdicci<'m de los provinciales. Lo propio hi– cieron al año siguiente los colegios españoles. pero en 17,1,6 vol– vieron por propia iniciativa a depender del general. Desaparecidos en su totalidad en la época de las revoluciones liberales, volvieron a hacer su aparición los colegios de misioneros. si bien en un plan más restringido que los antiguos. En 1862 se fundó el de Santiago de Compostela y en 1882 el de Chipiona, ambos para proveer de misioneros a Marruecos y Tierra Santa; en 1837 apa– recía el de Aguilera para las misiones del Perú y Cuba. El de San Antonio de Roma tenía también como destino la formación de misioneros; en el irlandés de San Isidoro se formaban a fines del siglo XIX los destinados a Australia. La emancipación americana, la debilidad política de España y Portugal y, sobre todo. la supresión de las Ordenes religiosas en estas dos naciones, hizo que con el siglo XIX comenzase una nueva era en la organización misional bajo la omnímoda depen– dencia de la Congregación de Prnpaganda Fide. No obstante la enorme floración de nuevos institutos misioneros, han podido con– servar los franciscanos el primer puesto en el ejército misionero de la Iglesia hasta fecha muy reciente. Desde el punto de vista de la espiritualidad, la vocación mi– sionera ha seguido presentando sus caracteres peculiares de orien– tación hacia el martirio. de adhesión a la observancia estricta de la Regla. de respeto a la inspiración individual en los candidatos junto con el derecho de éstos a realizar el llamamiento divino. La

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