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CAP. l'(.-'\l!SIO'-ES E,-;TRE !'\FIELES 219 tro religiosos para Indias cada trienio; de las demás naciones no debían alistarse sino los que fueran aprobados por el ministro o comisario general. El reclutam ienlo de misioneros hacíase me– diante comisarios. venidos generalmente de ultramar, que reco– rrían las provincias solicitando la voluntad de candidatos idóneos. Las listas eran aprobadas por el Consejo de Indias y el viaje corría por cuenta de la Casa de Contratación de Sevilla. Tal era el marco jerárquico y administrativo en r¡ue se movía aquel inmenso despliegue misionero, que en el siglo XVII llegó :1 constar de unos seis mil religiosos--observantes y descalzos-en los dominios de España y Portugal. Ni la custodia de Tierra Santa. la porción más venerada y más internacional de las misiones fran– ciscanas. quedó libre de la absorción ibérica. que se hacía sentir allí en forma de protectorado regio. Y cuando la Santa Sede vol– vió a tomar la dirección inmediata de la empresa evangelizadora al instituirse en 1622 la Sagrada Congregación de Propaganda Fíele. íué escasa la parte que cupo a los franciscanos observantes en la nueva organización pontificia, en comparación de la que tuvieron los capuchinos, jesuítas y carmelitas. Donde más se hizo notar la acción de la nueva Congregación fué en la creación de los Colegios de Misioneros, institución que vino a ser necesaria tanto en Europa como en ultramar cuando las vocaciones misioneras, tan abundantes en el siglo XVI, fueron dis– minuyendo y desvirtuándose. Añadíase. además, la razón del apren– dizaje de las lenguas y de una preparación más completa de los misioneros en aquellos centros, que al mismo tiempo eran casas de más ejemplar observancia. El capítulo general de 1633 ordenó la erección de uno de tales colegios en cada una de las cmaciones,J de la Orden: España, Italia, Francia y Germano-Belga; pero no parece tuviera efecto esta decisión. En 1686 decretóse la funda– ción de colegios ele misioneros en España y América. con carácter de casas de recolección; estarían sujetos a la inspección del mi– nistro general; los comisarios de dichos colegios podrían buscar en las provincias candidatos idóneos para formar bs comunida– des y atender luego a las misiones vivas. Para entonces la institu– ción estaba en marcha en América, por iniciativ'.1 del P. Antonio
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