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CAP. YIII.-LUCHA CON EL PROTESTANT!Sr.IO 215 De 1560 a 1580 desaparecieron más de cien conventos y perecie– ron más de doscientos religiosos a manos de los hugonotes, si bien es verdad que no faltaron numerosas apostasías producidas por el temor de los malos tratos y por la confusión reinante. Se enfrentaron principalmente con el calvinismo, con la predicación y con la pluma, Noel Taillepied ( t 1.589), Cristóbal de Cheffon– taines ( t 1595) y Francisco Feuardent ( t c. 1610). El carácter de fanatismo y de crueldad, propio del calvinismo. acentuóse en los Países Bajos; fué crecido el número de mártires y entre ellos merecieron el honor de los altares San Nicolás Pick y st:s diez compaííeros que, juntamente con un dominico. un agus– tino y cuatro sacerdotes seculares, padecieron horrible martirio en Gorkum el año 1572. A los insignes restauradores de la orto– doxia en Holanda, ya mencionados, \Viggers y Bergaigne, hay que añadir los celosos misioneros y decididos polemistas Corne– lio Brauwer (t 1581), Arnoldo de Witte (t 1652). Antonio Vervey ( t 1656), Simón de Coninck ( t 1664,), Amoldo Alostano Meerman (i" 1578), Matías Heuzeur ( t 1676) y Bartolomé d'Astroy í ·¡· 1681). En Inglaterra los franciscanos habían gozado del afecto de Enrique VIII hasta que se planteó el asunto del divorcio del rey y sobrevino la ruptura con Roma. Entonces hubieron de arrostrar la indignación del monarca por su actitud intrépida en defensa del primado romano. El ministro provincial Juan de Forest, con– fesor de la reina Catalina de Aragón, cuya deposición había que– rido obtener Enrique VIII del ministro general, foé encarcelado y procesado no bien apareció el breve de Clemente VII anulando el matrimonio del rey con Ana Boleyn. Lejos de atemorizarse, los franciscanos se lanzaron por todos los medios a la lucha. El mismo año de 1533 era encarcelado el guardián de Greenwich, que tuvo la audacia de delatar desde el púlpito la maldad de Enrique en su misma presencia; al año siguiente eran descuartizados el guar– dián de Cambridge, Hugo Rich, y el de Richmond, Ricardo Risbey. En agosto de 1534, dióse orden de expulsión de todos los obser– vantes; doscientos de ellos fueron recluídos en las cárceles de Londres, gran parte de los cuales perecieron víctimas de las pena– lidades de la prisión, otros fueron ajusticiados. En 1538 moría

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