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CAP. \l!l.-LUCI!A C:0:'i EL PROTESTANTISMO 213 signa de oración y resistencia contra la herejía hasta la muerte. En todas las horas canónicas debía añadirse una invocación espe– cial a la Madre de Dios con la antífona Gaude et laetare. Virgo .Maria, quia' cunetas haereses sola interemistz: in universo mundo. Fracasada una misión llevada por los observantes de Sajonia ante el príncipe elector, conjurándole a poner límite a las audacias de Lutero, el caJJÍtulo general de 1523 designó inquisidores para los conventos de Alemania con el fin de preservar de la herejía las comunidades. De hecho ninguna de éstas pasó corporativamente al protestantismo. si -bien es cierto que, cediendo a fuerza mayor, hubieron de ser abandonados centenares de conventos y desapare– cieron provincias enteras. Lutero y sus secuaces convirtieron muy pronto en blanco de sus iras a los hijos de San Francisco. difun– diendo contra ellos !u parodia satír.ica del Liber conformitatum escrita por Erasmo Alher y titulada El Alcorán de los descafros. Los franciscanos. efectivamente. fueron los más aguerridos y casi únicos adversarios de la pseudoreforma en la primera época de su incontenible expansión. y una de las fuerzas más valiosas de la restauración católica que siguió al Concilio de Trento. Nos han llegado los nombres de más de setenta paladines de la orto– doxia en los diversos territorios de Alemania y Austria. casi todos de los dos primeros decenios del avance luterano. Pero más admi– rable que el arrojo de los polemistas y predicadores íué- la acti– tud de las comunidades que, con sus guardianes a la caheza, eran invariablemente el último baluarte que mantenía enhiesta en las ciudades la bandera del catolicismo. hasta que se producía el asal– to dirigido por los predicantes o la orden de abandonar el con– vento. Así resistió la comunidad de Leipzig hasta 154,3, la de Zwickau hasta 1525, la de Weimar hasta 1532. la de Magdehurgo hasta 154,2. la de Halle hasta l5c1,6. la de Gi:ittingen hasta 1553, la de Liegnitz. arrojada ya de su convento en 1524,, y la mayoría de las comunidades de las dos provincias de Sajonia y Turingia, que quedaron arrasadas por completo. Los más insignes impugnadores del luteranismo en esta pri– mera época fueron Conrado Kling ( i' 1556í, Gaspar Meckenlür, Enrique Helms. Juan Wild (Ferus. i' 1554,), Nicolás Herborn
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