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210 M,\NUAL DE HISTORIA FRANCISCANA Salamanca de 1553 ordenó que en el capítulo provincial inme– diato de cada provincia fueran examinados todos los predicadores de la Orden y se retirara el título sin compasión a los que se hallaran inhábiles. Los capítulos sucesivos volvieron a insistir en la esmerada preparación de los religiosos aprobados para el púl– pito y, para mejor asegurarla, restringiéronse las facultades de los ministros, prohibiéndoles otorgar patentes de predicador fuera de los captíulos o congregaciones provinciales. Con el fin de atender a los fieles que frecuentaban las propias iglesias, dispúsose en 1579 que en cada convento hubiese uno o dos ((predicadores conventuales)). La mayor categoría correspon– día a los que eran destinados a ocupar los llamados ((púlpitos gene– rales)), es decir, aquéllos que por su importancia se reservaban al ministro general. De ellos hahía en Italia treinta en 1679. Tam– bién aquí se fué manifestando con el tiempo el afán de honores y privilegios, obteniéndolos en mayor escala ciertas categorías, como los ((predicadores generales)), los upredicadore~ reales>), los ((predicadores apostólicos)). Como es natural, corresponde a España la primera floración de oradores insignes, que llenan el siglo XVI. Los más renombrado5 fueron Ambrosio de Montesino ( t 1513), Francisco de Osuna (t 154,0), Antonio ele Guevara ( t 154,5), Alfonso de Castro 1 -;- 1558), Francisco Ortiz ( t 1558), San Pedro de Alcántara ( t 1562), Luis de Rebolledo ( t 1613), Juan de Cartagena ( ·¡· 1617). En Italia nin– guno alcanzó la talla del elegante Francisco Panigarola (~- 1594,); sus imitadores. desprovistos de las cualidades del genial orador. harían degenerar la predicación del siglo XVII en alambicado flo– reo de mal gusto. Hubo, con todo, en este siglo excelentes pre– dicadores como Pablo de Sulmona y Bartolomé Cambi de Salutío: y en el siglo XVIII el beato Tomás de Cori ( t 17391 y San Leonardo de Porto Maurizio ( ·r 1751 ), que recorrió toda Italia por espacio de cuarenta y cuatro aííos, predicando la penitencia y cosechando conversiones sin cuento; su labor se extendió a todas las clasps sociales y al clero así secular como regular. En Francia sobresa– lieron Mauricio Hylaret, Juan de la Haye ( t 1661) y Francisco Faure ( t 1687). En Bélgica gozó notable fama Felipe Bosquier

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