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CAPITULO III LA ORDEN UNIDA. RESURGLMIENTO (139,-1950) Y a en 1862, en público capítulo general, había hecho una ex– posición el P. Fulgencio de Turín, pidiendo la unión de las cua– tro familias de observantes, reformados, descalzaos y recoletos, bajo la única denominación' de dranciscanosJl y dentro del mis– mo régimen jerárquico. Ante esta inopinada propuesta, el defi– nitorio guardó silencio, porque aún no estaba preparado el am– biente. En el capítulo de 1889 pudo observarse que la idea se iba abriendo paso, no obstante la resistencia abierta de un sector de reformados. El Papa León XIII, paternal favorecedor de todo lo francis– cano, tomó como suyo el asunto de la unión y lo presentó al ca– pítulo general de 1395 como programa central. Planteóse prime– ro la cuestión de las dos familias jurisdiccionales, cismontana y ultramontana, que ya no tenían razón de ser; la solución se re– mitió al fallo de la Santa Sede y consistió en dividir la Orden en dol'8 circunscripciones. Expuestas por el presidente del capítulo, el dominico cardenal Mauri, las bases de la unión, dieron sus vo– to,; por separado cada una de las familias. Los observantes rn de:·lararon casi unánimemente a favor; los reformados votaron en su mayoría en contra, lo mismo los pocos descalzos que se hallaron presentes; los recoletos consintieron, pero a condición
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