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CAP. II.-ESTABILIDAD Y DECADENCIA 185 las. va restauradas, estuvieron representadas por su com1sano apostólico: el capítulo trató de poner fin a esta escisión. pPro sin resultado, por lo que dichas provincias quedaron privachs de la asistencia al próximo capítulo general. El mayor éxito ¡]e este capítulo fué la promulgación de constituciones uniformes para toda la Orden, meta vanamente perseguida desde 1517. Pero en vista de la oposición de los reformados, hubo de permitírse– les a éstos retener sus propios estatutos, que fueron nuevamente revisados. El ambiente, sin embargo, estaba cada yez más dis– puesto para dar el paso definitivo hacia la unión. Epoca de postración y de purificación providencial, no fué, en realidad, tan estéril como podrían hacer creer las vicisitudes externas. El siglo XVIII conoció santos de primer orden. como los ya mencionados al hablar de las reformas, San Juan José de la Cruz, San Leonardo de Porto Maurizio y San Teófilo de Corte, a los que hay que añadir los beatos Gil María de San José ( t 13l2í, Leopoldo de Gaichi ( t 1815) y Juan de Triora (-¡- 1816). Y hemos de ver el, nivel que conservaron las actividades externas en todo este tiempo. Eso sí, de los 77.000 religiosos que integraban las cuatro familias en 1762, se descendió a no más de 14,.000 al final del período; pero lo que se perdió en número ganóse en calidad y en disciplina.
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