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182 J\IANCAL DE HISTORIA FRANCISCANA Maguncia, llegando a separar a los regulares de la obediencia de sus superiores generales, sometiéndolos directamente a su auto– ridad y entrometiéndose en la disciplina interna. todo a pretexto de reformarlos. Lo propio hizo después el obispo de \Vorms. Mien– tras tanto las provincias pertenecientes al imperio eran vejadas por la política religiosa de José II, apartadas rigurosamente de sus superiores de Roma y sometidas a la jurisdicción de los obispos y a la inspección del gobierno; en los Países Bajos se llegaba a la secularización de los conventos. El afán reformatorio se contagió a la corte de las dos Sicilias en lí::33, a Sahoya y a otros Estados. En España se caminaba a grandes pasos hacia el cisma total, sobre todo desde que entró en funciones la Comisiún de Reforma presidida por el cardenal Luis de Borbón. Como si no fuera sufi– ciente con las medidas tomadas para reducir el número de reli– giosos y de conventos, se arrancó en Hl04, a Pío VII la bula lnter grai.:iores, que disponía que en adelante los regulares de España tuvieran régimen totalmente independiente y nacional; el general sería elegido alternatinnnente, una vez español y otra de las demás naciones; cuando no fuese español, gobernaría en España un vicario general autónomo; en caso contrario, el resto de la Orden tendría un vicario general. A la muerte de Frosconi, Pío VI había nombrado general al español Joaquín Compañy (1792-1306) y, al ser éste elevado d episcopado, Pío VII le dió como sucesor a Hilarión Cen-elli (lB0lí-1814,). Tuvieron el triste destino de ver devastada la Orden por la Revolución cuya saña antimonástica llevaron a las naciones católicas las tropas de Napoleón. En 1.90 la Asam– blea Constituyente de Francia halJía decretado la abolición de todas las Ordenes religiosas. Corno era de temer. gran p:nte de los religiosos recibieron con gozo la invitación a dejar los hábi– tos; los que permanecieron fieles fueron confinados en un corto número de conventos. Cna selección gloriosa ofrendó su vida en defensa de los derechos de la Iglesia. A ltlO se eleva el número de los franciscanos mártires de h Revolución. Poco después tocó el turno a las Ordenes religiosas de Bélgica, en 1302 a las del

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