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CAi'. !.--:',LEVAS HEFOR'\IAS 165 ampliamente en la segunda mitad del siglo xnr por obra de un hermano lego catalán, el beato Buenaventura de Barcelona ( i" 1684,). que estableció los primeros en la misma ciudad de Roma. La glo– ria más preclara de esta Ri/onnella. como se la llamó, fué en el siglo X\III San Leonardo de Porto Maurizio 1 "f lí51). En la pri– mera mitad del siglo XVIII despertaron otro movimiento análogo el heato Tomás de Cori ( i" 1739) y su discípulo San Teófilo de Corte ( ·j· lí 4.0). Pero, pasados esos impulsos providenciales. decaía pronto el fervor. En 1758 fue necesario que el general Clemente de Palerrno impusiera a todas las provincias la ohligación de tener al menos una o dos casas ele retiro. bajo pena de quedar privadas ele la facultad de recibir novicios. De hecho la institución de las casas de retiro ha formado parte hasta hoy de la constitución normal de las provincias obser– vantes y se halla contenida en la legisb,·i<'rn. Los DESCALZOS. Uno de los discípulos de Juan de la Puchla. el emprendedor Juan de Guadalupe, fué el primero en hallar un obstáculo para la observancia ((estrictan en la dependencia de los superiores de la «regularn observancia. Por primera vez también adquiere ahora importancia extraordinaria la forma del hábito. como distintivo de la fidelidad al espíritu del fundador. El capucho largo y pun– tiagudo. que aparece en las más antiguas pinturas de San Fran– cisco y de los primeros franciscanos, tal como lo usó la Orden antes de la evolución sufrida en los vestidos. es el caballo de batalla del siglo xv y principios del XVI. Hahía ya restaurado el capucho cónico el aragonés Felipe Berhegal. al separarse de los observantes para iniciar. hacia 1430, una nueva reforma que se denominó de la ((capuchola,>; pero tuvo que habérselas con todo un San Juan de Capistrano, y fué suprimida por Eugenio IV. Juan de Gu1dalupe fué más afortunado. En 14.96 obtenía de Alejandro VI un breve autorizándole para retirarse con sus com-