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162 MANL'AL DE HISTORIA FRANCISCANA ser reiterada por los Papas Paulo III, Inocencia IX e Inocen– cio XII. La polémica siguió siempre en pie entre los grupos re– formados y la Comunidad. LAS CASAS DE RETIH.O. Pero no eran esos los factores principales de disgregación, sino otros de mayor monta y ele más puro origen, como qu<– dimanaban del eterno conflicto consustancial a la Orden. Ya San Buenaventura había ideado un recurso para dar cauce apropiado a los grupos ansiosos de una observancia más estrecha, el de crear en cada 1irovincia casas de recolección donde pudieran guar– dar la Regla a la letra los religiosos celantes. Equivalía a rect,– noccr la libertad de obserrnr la Regla. derecho individual de todo fraile menor. Invocando esta libertad habí,m brotado en el si– glo XIV los primeros eremitorios de la Observancia. que luego se fueron agrupando en custodias y vicarías provinciales hasta con– quistar la supremacía. Mas no todos estaban satisfechos con la regular observancia de aquellas comunidades, que pronto. por el número de frailes y por las exigencias del estudio y del ministerio, tenían que ir aflojando. Y aparecieron los movimientos de la observancia es– tricta y estrictísima, más pujantes en España !fue en ninguna otra parte. Extremadura, vivero a la sazón de conqnistadores y aven– tureros. fué el país clásico de los más subidos fervores refor– mistas. La eterna tentación de la vida eremítica. siempre reno– vada y siempre superada en las reformas franciscanas, apareció también en los retiros que Juan de la Puebla fundó en Sierra Morena. a imitación de las Carceri de Asís. Pero lo que ocurriera con los eremitorios del siglo XIV volvía a repetirse ahora: las casas tle retiro comenzaban por agruparse, lograban luego inde– pendencia y terminaban por formar una nueva rama. El caso de los guadalupenses no podía menos de preocupar a lo,- su_periorcs de la Observancia, que ahora asumía atlténticamente el p::ipel de la Comunidad. Ya en 1502 el vicario general Marcial Boulicr habí:, querido