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l:J.6 MANUAL DE HISTORIA FRANCISCANA la Sagrada Escritura, añadiendo aplicaciones morales. La pas1v1- dad de los alumnos en las lecciones hallaba su contrapeso en las disputas ordinarias. a las que se daba gran importancia. Y unas y otras tenían su complemento imprescindible en los sermones. en que habían de ejercitarse lectores y estudiantes. Dos veces al año, y en ocasiones muy extraordinarias, como la celebración del capítulo general, solían celebrarse las disputas solemnes, llama– das de quolibet, en que cada Orden religio;;a hacía gala de sus mejores talentos. Desde fines del siglo xm. los estudiantes. :il salir del novicia– do, eran colocados bajo el cuidado de un 111ag;ister iu:venum ha~– ta la edad de veinticinco aiíos. antes de la cual a nadie se con– fería el sacerdocio. En virtud de la exención. eXJll'Csamente coniirm:,da en este particular por Alejandro IV y Clemente IV, las casas de estudio de la Orden gozaban de absoluta independencia. Los lectores eran nombrados por los superiores de la Orden a tenor de las consti– tuciones; para los estudios generales. el nombramiento corres– pondía al ministro general en el capítulo o con el consejo de un número determinado de religiosos prudentes; para los estudios provinciales, al ministro provincial. Con el tiempo, el oficio de lector llegó a adquirir gran importancia, y los que lo ostentaban. sobre todo en los estudios generales. gozaban de amplios privilr– gios y exenciones. EL PE:\S,\C\llE:'\TO FHANCISC.\;SO Y ses ;1,\" INSIGNES REPRESE:\'TANTES. No puede hablarse de una escuela franciscana cerrada en el sentido de que un autor fuera impuesto como maestro único .i toda la Orden; sólo en épocas de decadenci'.L y por espíritu de rivalidad con otros institutos, apareció el dogmatismo exclusi– vista. Pero sí ha de hablarse de una tendencia peculiar, con s:1 punto de partida y su meta perfectamente caracterizados; de un organismos doctrinal que crece dentro de una síntesis, siempre for– mulada, pero nunca escrita. Más que moldes rígidos, estos carac-