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136 MANUAL DE HISTORIA FRANCISCANA EN EL Ii\IPERJO MONGÓLICO. En 124.J los mongoles, dueños de casi toda el Asia, irrum– pían en Europa, llenando de consternación a la cristiandad. l\íadie creía posible hacer frente con las armas a aquel huracán asolador que en treinta años había creado el mayor imperio continental que registra la Historia, sin probar una sola derrota. Creyóse más hacedero poner en juego los procedimientos indirectos, echan– do mano de las dos Ordenes mendicantes. Se comenzar;a por em– bajadas de paz y se terminaría implantando toda una red misio– nal, al amparo de la tolerancia de los rudos conquistadores. La primera embajada fué la de Juan de Pian Carpino en 124S. El franciscano fracasó en su misión diplomática, pero prestó ·1 la cristiandad un gran servicio descorriendo, con sus noticias, el misterio que envolvía al temible enemigo y, lo que es más impor– tante, abriendo panoramas inconmesurables al celo misionero de sus hermanos de hábito. Tras un segundo intento del dominico Andrés de Longjumeau. realizó la tercera embajada otro franciscano, Guillermo de Ru– bruck. El mejor resultado de su viaje es la famosa relación que debemos a su pluma. Fracasada la vía diplomática, comenzóse a pensar en la em– presa misional. Partiendo de Polonia y Hungría fueron introdu– ciéndose los misioneros en los dominios de la Horda de Oro. No tardaron en ocuparse del asunto de estas misiones los capítulos generales y el fervor evangelizador fué cundiendo en la Orden. principalmente a partir de los viajes de los hermanos Polo y del mensaje que éstos trajeron del Gran Khan Kubilay pidiendo cien sabios europeos para instruirse en la religión cristiana. En 1291 fué enviado por Nicolás IV el fundador de las misio– nes de China, Juan de Montecorvino. En lugar de seguir la ruta común hacia Karakorum, hubo de atravesar Persia y tomar la vía marítima por las costas de la India; aquí murió el dominico que le acompañaba y él continuó solo su camino hasta Pekín ,)

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