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CAP. XI.-iVIISIONES ENTRE LOS ACATÓLICOS 135 <lados de la milicia cristiana que los jalifas almohades tuvieron a su servicio hasta fines del siglo XIV. La misión de Túnez remonta su origen as11msmo al capítulo de 1219, tan fecundo en ambiciones evangelizadoras. La primera expedición iba dirigida por fray Gil, el tercer compañero de San Francisco. Apenas llegados los misioneros, los mismos cristianos. temerosos de una matanza general, les obligaron a reembarcarse para Italia. No faltó tampoco aquí la rúbrica de sangre en las personas de dos nuevos expedicionarios, llegados muy poco des– pw;s, uno de ellos por nombre fray Electo. En 1235 otros dos franciscanos fueron portadores de una embajada pontificia ante el rey de Túnez; y al año siguiente hallamos al sobrino del mismo rey. Yahia-Abuzakaría, dirigiéndose a Roma para recibir el bau– tismo, si bien fué retenido en Sicilia por el emperador Federico II por odio a los franciscanos. Este dato prueba que por entonces la misión de Túnez marchaba con paso muy halagüeño. A raíz de la expedición de San Luis en 1270 y por intervención del rey de Sicilia Carlos II, los misioneros franciscanos y dominicos gozaron de amplia libertad de acción, hasta el punto de lograr absoluta libertad religiosa, incluso para convertirse del islamismo al cris– tianismo. Aun después de perdida esta situación privilegiada, los franciscanos continuaron prestando sus servicios a la colonia cris– tiana de Túnez, formada principalmente por comerciantes geno– veses, venecianos y catalanes. En el siglo XIV la misión dependió de la custodia de Barcelona, formando parte de la provincia de .\.rngón. Entre los misioneros del norte de Africa no puede omitirse el numbre del beato Conrado de Ascoli, a quien sus biógrafos atri– buyen incontables conversiones entre los beduinos de Libia. Pero nadie contribuyó a atraer la atención hacia el apostolado entre los musulmanes como el beato Raimundo Lulio; una de las inicia– tivas de este arrebatado propulsor de las misiones, terciario fran– ciscano, fué la escuela de Miramar, en que un grupo de frailes menores adquiría preparación especializada para la labor entre los mahometanos.

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