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1\lA:.\LAL DE HISTORIA FHA:.\CISCAi'íA ciendo valer ante ios su1Jeriores su derecho a husearsc el 111art1no. ,1 siempre provocando audazmente el fanatismo de los evangeli– zados. Como no a todos convencía semejante temeridad, uno de aquellos hProe,;. el Jraneés fray Livino. perteneciente a h custodia de Tierra Santa. escribió en 1:34,S un tratado demostrando r¡ue es lícito penetrar en las meZl! uitas para predicar la fe católica ) combatir la ley de l\lahoma. Así lo hizo él y cnnsiguió el mar– tirio. La primera mi,-iún de Marruecos fu{~ acordada en el capítulo de 1219. Mientras San Francisco se embarcaba para Oriente, Berardo y los otros compaiíeros se dirigían a Espaíía y llegaban a Sevilla, impulsados por el ansia del martirio. Arrojados de aqui pasaron a la costa africana y lograron ver cumplido su anhelo por sentencia del sultán 'ú1sef-el-Mostansir el 16 de enero de 1220. Las expediciones continuaron en los aiíos siguientes. En 1227 padecían el martirio en Ccuta San Daniel y otros seis cornpa– iieros, que habían sido enviados por fray Elías viviendo aún San Francisco. En 123:2 nuevo martirio de cinco franciscanos que habían logrado abrir al culto una iglesia en Marrakcch. capital (lel imperio marroquí. Mientras estos intentos tenían lugar. la Santa Sede trataba de restaurar la jerarquía africana. En 122.S foé nomhrndu el primer obispo de l\Iarruecos. un dominico. r¡ue parece no llegó a su sede; al aiío siguiente hízose otro nornhramiento; en 12:33 ap,1- rccc como obispo de Fez el franciscano fray Agnelo. El aragonés fray Lope de Ayn. nombrado por Inocencio lV en 1246, ejercía su jurisdicción desde Túnez hasta la costa occidental africana; fué portador de una importante embajada entre el Papa y el sul– tán. Durante los siglos XIY y XV continuó la serie de obispos de Marrakech, ya dominicos. ya :franciscanos. ausentes en general de su diócesis. En 1266 Iué nombrado obispo de Ceuta fray Lorenzo de Portugal; pero, a lo que parece, la serie de los obispos de esta sede no comienza hasta 14,21. en que la plaza fué conquistada por el rey de Portugal. Los misioneros residentes en Marruecos tuvieron que limitarse también a ejercer su ministerio entre los cautivos y entre los sol-