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CAP. XL-MISIONES ENTRE LOS ACATÓLICOS 129 papas fueron echando mano de los frailes menores para las gran– des empresas evangelizadoras, se fué avanzando hacia una mayor centralización; en la segunda mitad del siglo XIII el envío de misioneros era incumbencia del ministro general; las constitucio– nes de Narbona señalaban entre los asuntos que pertenecían al capítulo general el ((proveer al envío de religiosos entre los sarra– cenos y otros infielesíJ. Las constituciones benedictinas de 1334, determinaron que el envío de misioneros pertenecía exclusivamente al ministro general. previo el juicio sobre la idoneidad dado por el ministro provincial. Pero ocurría con frecuencia que los pro– vinciales se mostrahan égoístas, reteniendo a los súbditos de mejor disposición, y para obviar este inconveniente y dar rapidez a la formación de las expediciones, los supériores de las misiones so– lían enviar sus comisarios directamente al Papa, de quien obte– nían facultades extraordinarias para recorrer las provincias y re– clutar las mejores vocaciones. En 1252. a iniciativa, según parece, de los dominicos y bajo la protección decidida de la Santa Sede, apareció la Societas Pere– p;rinantium propter Christum, interesante organización misionera, compuesta en un principio de dominicos y franciscanos. (JUe se f'omprometían mutuamente a trabajar en la conversión de herejes e infieles. Fué reorganizada bajo Juan XXII. Gregorio XI y Ur– bano YI; sus socios gozaban de especiales privilegios, que fueron confirmados todavía en 1399 por Bonifacio IX. No parece que alcanzó entre los franciscanos tanto éxito como entre los domi– nicos. La expresiún inter saracenos et alios in/ideles hacía entrar. como la entendían los expositores de la Regla. en el campo de acciún de la actividad misionera de la Orden a los mahometanos. idólatras. herejes y- cismáticos. Y, efectivamente, a todos ellos se dirigen los hijos de San Francisco ya desde los primeros dece• nios. Los hallamos en Africa y Siria, con los secnaces de Mahoma; en Asia Menor } el Oriente europeo, con los disidentes de dife– rentes credos; en las costas del Báltico, completando la cristia– niz:iciún de Europa; y entre los mongoles dueños de Asia. En el campo de las misiones estables no fu¡; uniforme la f)

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