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128 MAc\'UAL DE HISTORIA FRANCISCANA corazón al recibir la noticia del martirio de San Berardo v sus compañeros: (<¡Ahora sí que puedo decir que tengo cinco ver– druleros frailes menores!,> Tan alta idea tenía el santo de la vocación misionera, que la consideraba como el único caso en que el verdadero obediente puede adelantarse a manifestar su deseo al superior. Más aún: es un derecho sagrado que ningún prelado debe atreverse a frus– trar, porque supone una especial vocación positiva, una inspira– ción de lo alto. <,Todos aquellos frailes-decía la Regla de 1221- que por divina inSJJiración quisieren ir entre los sarracenos y otros infieles, vayan con el permiso de su ministro y siervo. Mas el ministro les dé permiso y no se oponga, si ve que son aptos para ser enviados, pues tendrá que dar cuenta al Señor si en esto o en otras cosas procediere con ligereza.>> Es cierto que la Regla de 1223 modificó notablemente este pasaje, en bien de la disci– plina jerárquica, dejando en manos de los superiores la conce– sión del permiso y el juicio sobre la idoneidad, pero manteniendo el elemento de la ((inspiración divina)), La vocación franciscana no implica, por lo tanto, de sí misma la vocación misionera per– sonal, si bien la Orden como tal debe considerarse esencialmente misionera. Con este doble carácter fundamental-meta del martirio, ins– piración divina-dice relación el método misional franciscano, trazado también en 1221 con palabras muy precisas. Ante todo el buen ejemplo, llevado a ser posible hasta la confesión de la fe mediante el martirio; y después la predicación de la verdad cristiana con palabras sencillas y la exhortación a bautizarse y entrar en la Iglesia. Así vieron el ideal de las misiones las primeras generaciones minoríticas, como se echa de ver en los biógrafos de San Fran– cisco, en los expositores de la Regla y principalmente en los es– critos de San Buenaventura, quien coloca el martirio en la cima de la perfección evangélica, al mismo tiempo que insiste en el carácter voluntario de la vocación misionera. En 'virtud de la Regla, el examen de la vocación de los can– didatos pertenecía al ministro provincial; pero a medida que los

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