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CAP. X.-APOSTOLADO ENTRE LOS FIELES 121 la exhortación a una vida mejor. Era la predicación llamada peni– tencial, para distinguirla de la teológica, reservada a los clérigos letrados. En la intención del fundador todos los frailes menores debían ser predicadores, de palabra o de obra; y de tal forma apareció la predicación como distintivo de la nueva Orden, que ya en aquellos primeros años J acobo de Vitry la presentaba como ardo praedicatorum. Aquel modo sencillo y natural de dirigirse al pueblo, en un tono de desconocida. sinceridad, introdujo un cambio total en la predicación. Al crecer el número de religiosos hubo de regularse el ejer– cicio de la predicación. La Regla de 1221 exigía la licencia del ministro, la de 1223 reservaba esta licencia al general, con el con– sentimiento, al menos tácito, de los obispos. Gregorio IX volvió a conceder esta facultad a los ministros provinciales. La aproba– ción solía ser definitiva; así se fué formando en la Orden b clase de los ((predicadores)), que gozaban de mayor prestigio y con el tiempo adquirieron privilegios especiales, sobre todo en lo refe– rente a la participación en los capítulos. Así también quedó luego excluída de la predicación la clase de los legos y la de los sim– ples sacerdotes, que no poseían los conocimientos suficientes para aspirar a la patente de predicador. Con el tiempo, y por estar limitada a los letrados, la predicación volvió a hacerse amane– rada, revistiendo un estilo muy semejante al de las disquisiciones escolásticas de las aulas. También en este particular los movi– mientos de reforma tratarían de volver a la primera sencillez: ((los vicios y las virtudes, la pena y la gloria, con brevedad de sermónn, como había escrito San Francisco en la Regla. El primero de los grandes predicadores franciscanos fué San Antonio de Padua, que removió en menos de diez años Italia y el mediodía de Francia con una elocuencia de eficacia singular, lle~ndo a congregar auditorios de más de 30.000 personas. Italia conoció además, en el siglo XIII, a Gerardo de Módena, Buenaventura de Jesi, Hugo de Reggio, Humile de Milán, Bien– venido de Módena, Rainaldo de Arezzo, Tomás de Pavía, Serva– santo de Faenza; Francia a Odón Rigaud, Guillermo de la Cor– delle, Hugo de Digne, Guiberto de Tournai, Eustaquio de Arras;
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