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CAP. IX.-LA ESPIRITUALIDAD FRA:\'CISCANA 111 A rbor 1;itae crucifixi Iesu, escrito en 1305 por Ubertino de Casa– le, mezcla de autobiografía, de vuelos místicos tomados en su ma– yor parte de San Buenaventura y de ideas joaquinitas con ata– ques contra el Papa, la Iglesia y la Orden. La mística franciscana halló a fines del siglo XIII una esplén– dida interpretación femenina en la terciaria extática Angela de F oligno ( t 1309í. que congregó en torno de sí a gran número de discípulos. entre ellos Ubertino de Casale, y cuyos escritos y revelaciones son aún en nuestros días objeto de estudio. Otro terciario, Raimundo Lulio ( t 1315), escribía por el mis– mo tiempo, entre la multitud de sus obras. preciosos y originalísi– mos tratados espirituales, mezcla de poesía y de mística del amor. Son los más importantes: el Arte de la contemplación y el Libro del Amigo y- del 1/mado, intercalados en la obra Blanquerna. En el siglo XIV, siglo de decadencia, son escasos y de poca mon– ta los autores espirituales. ::\Ierecen mencionarse Rodolfo de Bih– rac, Otón de Passau (t 1398) y Marcuardo de Lindan. Estos últimos pertenecen al florecimiento místico de Alema– nia, entre cuyos representantes destaca en el siglo XV Enrique Herp o Harphius, vicario provincial observante de la provincia de Colonia ( t 14,77). Discípulo o más hien vulgarizador de J mm Ruyshroeck, Herp aparece influenciado de lleno por la escuela intelectualista alemana y explica la unión mística como una espe– cie de retorno a la unidad de Dios mediante la aniquilación y el despojo de toda imagen sensible. Hay en él expresiones de sabor panteísta y quietista. que fueron causa de que en 1599 pasaran al Indice sus tres obras más importantes: el Directorium aureum contemplativorum, la Theologia mystica y el Speculum perfect1:o– nis . .No puede considerársele como un representante de la espiri– tualidad franciscana si no es por la importancia que da la Huma– nidad de Cristo. La vicaría observante de Colonia produjo por el mismo tiem– po varios otros escritores de menor talle, como Guillermo de Gou– da. Juan Van Remerswael y Felipe de Meron. También en este siglo de renovación espiritual, en que 1a Observancia produjo grandes santos, nos hallamos con dos figu-
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