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REPATRIACION VACILANTE Como la ley de expulsión, mejor, la orden presidencialista de Eloy Alfara continuaba vigente, cualquier vaivén político bastaba para que un simple gobernador de provincia urgiera su cumplimiento, en circuns– tancias propicias. Si breve había sido el gobierno del presidente Martí– nez Mera no lo superó en días el de su sucesor José María Velasco Ibarra, que por el mes de agosto de 1935 hubo de presentar la dimisión a causa de las revueltas cuarteleras de Guayaquil y de Quito. A la pro– visionalidad de los doctores Pons y Arroyo sucedió la interinidad del ingeniero Federico Páez, que logró mantenerse en la jefatura del Estado hasta el año 1937. Sonó el primer clarinazo con el periódico "El Día" del p1imero de octubre de 1935: el ministro de cultos, cerciorado de que habían entrado en Ecuador, sin permiso ministerial, ocho (sic) capuchinos, alojados en Ibarra, había ordenado su salida inmediata del país. Alborotóse el vecindario. El gobernador de Imbabura, Dr. Alfonso Almeida, médico de profesión, no dudó en aventurar su cargo político por defender a los capuchinos ecuatorianos. Con él hizo causa común el vicario capitular, Dr. Ricardo l. Reyes, quien, con mesura y sin flaqueza, manifestó al jefe de la nación, ingeniero Federico Páez, que se causaba grave perjuicio a toda la provincia y singulannente a su capital Ibana con la expulsión de unos religiosos que, sobre ser ecuatorianos, ajenos a toda política, anclados en su pobreza, vivían preocupados por fomen– tar "la mayor cultura y civilización de sus compatriotas... Acceda el Gobierno a nuestra petición y así será acreedor al reconocimiento y a la gratitud de esta Ilustre Diócesis Ibarrense, en especial de la culta !barra y de todo el Ecuador" (15). El 18 de octubre se presentó en la residencia de Ibarra el inten– dente de policía, Ricardo Sandoval, para cerciorarse de la identidad ecuatoriana de sus moradores. Por el momento pareció conjurado el peligro. En la reorganización de familias habida el 12 de noviembre se nombró presidente de dicha fraternidad al P. Bernardino de San Isidro y vicepresidente y ecónomo al P. Clemw,tA.. de Tulcán. El P. Juan de Bolívar, su otro miembro, continuó misio1.an Jo en Mariano Acosta, en donde techó la capillita y levantó su propia vivienda. Tan armónica– mente pareció deslizarse la vida de dichos religiosos que la misma banda militar del batallón acampado en Ibarra tomó parte en las solemnidades litúrgicas de las fiestas navideñas. 85

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