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Como lo cortés no quita a lo valiente, ni, según declaración minis– terial, se oponía una visita de cortesía a la prohibición de establecerse en Ecuador religiosos extranjeros, se autorizó al P. Florencia para que pudiera entrevistarse con el prelado de !barra, Ilmo. Dr. Alejandro Pasquel Monge y hasta para que pudiera trasladarse a la capital de la república. Le acompañaba el P. Bernardino de San Isidro. Desde !barra comunicó al P. Clemente que su tío, don Heliodoro Ayala, estaba grave– mente enfermo y que el obispo Pasquel le reclamaba (3). Confiesa el P. Clemente que le causó cierto pesar aquella obedien– cia, t anto por su identificación con la comunidad capuchina de Pasto como por el despego consiguiente de su tierra y de su parentela que en realidad de verdad le era extraña. Visitó con el padre comisa1io al gobernador de Imbabura, Dr. Abelardo Páez, que les dispensó un recibimiento cordial y que aseguró al Padre Clemente que, a fuer de ecuatoriano y de allegado del Dr. Ayala, podía quedarse y avecindarse en su tierra sin temor. Halló buenos valedores en el obispo monseñor Pasquel y en los canónigos Dr. Loyo y Dr. Lib01io Madera, director de la VOT. El vicario general, Dr. Ricardo I. Reyes, le confió la capellanía de Lourdes, en Andrade Marín, como ayuda de costa. "Desde el 4 de octubre de 1933 hasta el lo. de enero, transcurrió nuestra estadía en !barra sin saber lo que vendría después. Para nosotros no hubo ni Pascua de Navidad ni Año Nuevo: todo era sombrío e incierto" (4). No escribe el P. Clemente en plural mayestático, sino comunitario, aunque impreciso; puesto que hasta el 28 de diciembre no llega a !barra el misacantano P. Juan de Bolívar; ni entonces ni más tarde fue su compañero de albergue en los Hermanos de la Doctrina Cristiana el P. Pablo de Tulcán (p. 27), que desde Túquerres pasó a su pueblo nativo como capellán de las betlemitas y de allí a regentar la parroquia de Ambuquí (5). El comisario P. Florencio, no solamente accedió, con el destino de aquellos dos nuevos religiosos, a las súplicas insistentes del prelado ibarreño, sino que, "por el bien de su patria", pidió al P. Clemente la doble renuncia a la vicaría del convento de Pasto y a la cátedra de teología en la misma casa (6). Y en comunicado posterior le expresaba su deseo de "tomar la región del Intag, para asegurar nuestra estabilidad en el Ecuador" (7). A que respondió el P. Clemente que, en efecto , según había oído políticos nada afectos a los religiosos, hacerse cargo de Mariano Acosta garantizaría la estancia pacífica de los capuchinos en Ecuador, por tratarse de zona muy abandonada. El la había estado misionando con el P. Bernardino en 1931 y enteramente solo reciente- 82
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