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PROLOGO El 24 de junio de 1873 hacían su entrada en Quito, once misione– ros capuchinos que venían desde Panamá con destino a !barra, donde fundarían la p1imera comunidad. Casi cinco lustros duró esta primera presencia capuchina en tierras ecuatorianas, hasta el año 1896, en que fueron expulsados por el gobierno del General Eloy Alfara. Digna de la mayor alabanza aquella primera siembra del ideal capuchino, que dio como fruto 23 religiosos ecuatorianos, entre los sesenta que se reunieron en el convento de Túquerres para comunicarse andanzas y peripecias de su precipitado exilio a tierras colombianas. Treinta y siete años durará el destierro. Y fueron capuchinos formados por los primeros llegados quienes realizaron el sueño de regresar al primer convento, el de !barra, en el año 1933. El día 2 de abril de 1950 comenzará una nueva etapa de la presencia de los capuchinos en Ecuador. La provincia de Navarra-Cantabria-Aragón se hace cargo de la nueva Custodia. Fue precisamente al cumplirse los 25 años de esta fecha cuando los superiores pensaron en dejar un recuerdo escrito de estos cinco lustros. Y el destacado historiador, P. Eulogio Zudaire, especialista en temas latinoamericanos, y, sobre todo, hermano en religión de los protagonistas, se lanza a la obra. Recorre todas las residencias armado de su grabadora y ágil y castiza pluma. Lo vimos encerrado en archivos durante largas jornadas, sobre todo en el convento de !barra que escogió como centro de su labor de cronista frate1no. El no quiere darle el nombre de historia a este relato pintoresco, vivo, anecdótico, porque sabe muy bien que falta la óptica del tiempo. Al recorrer estas páginas uno queda asombrado de la capacidad del autor para hilvanar en un lenguaje selecto y castizo un verdadero cúmulo de detalles y fechas, nombres y anécdotas, que hasta sus mismos autores habían olvidado. Y ahí quedan los hechos como una realidad vivida, que bien analizada, podrá ser un trampolín para el futuro. 5

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