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fraternidad capuchina, como en la Concepción de Rioverde y en San Francisco de Maconta, no lejos de Portoviejo -escuelas de niñas en Santa Ana, Canea y Chane, encomendadas a religiosas franciscanas que el obispo Schumacher había hecho venir de Suiza y de Alemania; seminario de Portoviejo-, frecuentado principalmente por jóvenes alemanes al servicio espiritual de Ecuador; auxilio a familias pobres, preocupación por el hospital... De todos sus panegiristas, ninguno tan autorizado como el Ilmo. fray Ezequiel Moreno Díaz en sus pastorales publicadas el año 1908 en Madrid, por la editorial de "El Mensajero Seráfico" (1). Meses antes de que se firmara en Guayaquil el "Acta del Pronuncia– miento Liberal de 1895" (5 de junio), se habían observado en las regiones costeras milicias revolucionarias de radicalismo antirreligioso. Y en la provincia manabita, habían resonado voces de energúmenos contra el prelado. Advirtió el P. Aviñonet al obispo Schumacher que no era prudente continuar en Portoviejo. Y tanto llegó a porfiarle, que, al fin se convenció de que, desde Quito, podría gobernar su diócesis con mayor libertad y eficacia. Partió de su sede el 19 de junio de 1895, acompañado de tres sacerdotes del clero secular y de los capuchinos PP. Gaspar de Cebrones y Angel de Aviñonet. Rehusó toda escolta, porque nadie pudiera considerarle jefe de guerrillas antiliberales, hasta que, después de haberse jugado la vida él y su comitiva clerical, en el pueblo de Calceta, tuvo que aceptar la salvaguardia de un piquete de soldados constitucionales. Con ellos entró en Quito el 20 de julio, en apoteosis triunfal de arcos, repique de campanas y tronar de artillería. Quito, como las provincias de la sierra en general, se sintió mucho más tradicional, religiosa y conservadora que su rival costeña. Apenas había logrado serenarse su ilustrísima de las últimas jornadas, en que tres patrullas de sediciosos les iban a los alcances, cuando tuvo que re– emprender su marcha, auténtica fuga, por el avance de los alfaristas que entraban en la capital el día 5 de septiembre. El obispo Schumacher hurtóse a sus perseguidores tan a tiempo, que el 31 de agosto había conseguido ganar el convento capuchino de Túquerres, en la república neogranadina o de Colombia. De !barra en adelante, según escribió el fugitivo , no había enemigo que temer. Elogió en sus cartas y en su "Teocracia o Democracia" la hospita• lidad de aquellos frailes, en cuya vida aprendió la riqueza inapreciable de la pobreza. "Estos religiosos, sean viejos o sean jóvenes, con su capucha y su tosco sayal, son la alegría misma; viven en celdas pequeñas y pobres, que carecen de candados en las puertas y de viqrio en las ventanas y que se asemejan en un todo a las habitaciones de las gentes más infelices; se levantan a las doce de la noche a rezar maitines y lo hacen con tanta presteza que suena la campanilla y a los minutos están 64

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