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CAPITULO III LA REVOLUCION ALFARISTA FL'nrnneno mu y complejo, puest o que el partido conservador parerP habPrsP aliado con el radicalismo liberal para derribar al gobierno jH'ogrl'· ista, moderado, del Dr. Luis Cordero. Uno de tantos contuber– nios c·ngt•ndra clos por ambiciones personales. Cuando el pueblo guayaquilei'lo, proclama, al socaire de sus nota– bll~s (minor ía bu rguesa), jefe supremo de la república al desterrado conspirador Eloy Alfara, la suerte está echada y el fiel ele la balanza polític a inclinado del lado del "liberalismo machetero". Mediado el mes de junio de 1895, se presenta Al faro en Guayaquil, subleva a la guarnición de la plaza y, aliado con el general Cornelio 1Jernaza, emprende la lucha contra los gubernamentales. Dimite por al10rrar sangre el presidente Luis Cordero, en cuyo lugar toma las riendas el vicepresidente Vicente Lucio Salazar. Con las victorias de Cbimho y de Gatazo (provincia de Chimborazo, a pocas leguas de füobam ba) se asegura el rebelde su etapa dictatorial. B.. n la provincia de l\fanabí se había distinguido por sus pastorales contra la masonería y contra los adversarios del poder constituído , el celoso prelado Dr. Pedro Schumacher, obispo de Portoviejo: un sacer– dote alemán , nacido en Kerpen (14 de sept. 1839), diócesis de Colonia, lazarista, gran promotor del seminario archidiocesano de Quito desde diciem bre de 1872, y consagrado obispo, para la diócesis manabita, en 31 de mayo de 1885. Ni sus enemigos encarnizados, los liberales, han podido negar la extraordinaria labor socio cultural ecuatoriana de aquel campeón de la fe y de la moral cristiana: escuelas de ni11os, algunas atendidas por la 63

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