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hora. Los capuchinos de Santa Tecla, en la república de El Salvador, escoltados como peligrosos por todo un regimiento de soldados hasta el puerto de La Libertad, desembarcaron el día 10 de agosto del mismo año 1872 en Panamá. No es para desc1ita la alegría que sintió su Ilma, Dr. Antonio Parra, con la llegada de los desterrados. Inmediatamente organizó equipos misioneros que distribuyó por la capital y más nutrida– mente por las feligresías menos atendidas de su diócesis, como la del distrito de Chiriquí con su ciudad de David. En plena campaña misional y durante la noche del nueve al diez de septiembre, viéronse sorprendi– dos por siete matones. Saltó de su catre el P. Pedro de Llisá, que, temerario y nervudo, desarmó y amarró por el cuello al que parecía más bravo; huyeron sus compinches que, de un pistoletazo, alcanzaron mortalmente a fray Fidel de Suria. Fue sangre redentora de muchas almas apáticas y adormecidas. Cuando se estaba concertando con el señor obispo de Panamá nuevo plan misional, llegóse el cónsul de Ecuador, Jiménez Arce al superior, P. Miguel de Prats de Llusanés, con el más generoso ofreci– miento de parte de su presidente, Excmo. Dr. Gab1iel García Moreno. Objetó el P. Miguel que su comunidad no constaba únicamente de sacerdotes, sino también de estudiantes coristas y de hermanos legos. Nada inquietaron al denodado campeón del Syllabus aquellos escrúpulos de jefe responsable. Podía garantizarle, como primera residencia, de un convento con su iglesia abierta al culto, su huerto y un clima primaveral en la ciudad de !barra. Y proyectaba levantar otro convento en la provincia de Manabí, en Portoviejo. Por la respuesta que le incluía de S.S., Pío IX, fechada en Roma el día 8 de agosto, podría persuadirse de que contaba con la bendición papal y con la anuencia y el beneplácito del superior general de la Orden, P. Egidio de Cortona, con quienes venía carteándose desde tiempo atrás. Para su traslado hasta Guayaquil le hacía una remesa de 1.200 pesos fuertes. A su desembarco le entregarían otros 300 para continuar viaje hasta la capital. Que procurase no demorar su mai·cha más allá del 25 de diciembre, porque enero solía ser mes de lluvias torrenciales que hacían intransitables los caminos a quien no estuviera habituado a tramontar los Andes (1). ¿Por qué en !barra y por qué su confiada solicitud directa al Soberano. Pontífice? Gai·cía Moreno fue el único J efe de Estado que tuvo la honradez de protestar públicamente, "en nombre de la justicia ultrajada", cuando el despojo de los estados pontificios, "contra la violenta e injusta invasión de Roma''. Por aquella muestra de piedad filial fue investido Caballero Gran Crnz de la Orden de Pío IX. 18

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