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Interviene el custodio Beizama: no interesa Cañar, parroquia pequeña, que pronto nos enfrentaría con el curn del lugar; la única fundación aceptable es la que nos permita plantar el noviciado o el colegio de teología {36). ¿Por qué habría planteado el P. Artavia la alternativa "los Baños o Cañar", cuando el primer ofrecimiento, ya aceptado, superaba tan ventajosamente al segundo? La situación se torna excepcionalmente comprometida cuando coinciden la revocación de "Los Baños" con la presión diplomática de Cañar. Su presidente, alentado por la resolución definitoria! de 18 de diciembre del 61 {"Los Baños o Cañar"), se dirige al prelado, Mons. Manuel Serrano Abad, parn que ajuste con el provin– cial de NCA, que carece ya de alternativa, las bases del convenio. Y el arzobispo de Cuenca, gozoso porque al fin esperaba asentar a los capuchinos en su diócesis, accede sin vacilar al deseo del municipio cafiari y promete al provincial de NCA elevar a parroquia el santuario de San Antonio, a cuenta de que en él funcione una "Casa Misión" capuchina al servicio de su archidiócesis {37). Cañar no interesa; Los Baños se fue por la posta o por la olla. Amparado en la distancia geográfica, descarga el superior mayor de NCA en el custodio provincial ecuatoriano, Manuel de Beizama, la serie de naturales con que sortear las próximas embestidas; delega en él "toda la tramitación, para mayor fluidez" (38). Acosado por el canciller de la embajada ecuatoriana en Madrid, que inquiere por qué se han retractado los capuchinos de su compromiso con Cañar, vuelve a recurrir el provincial Florencia al custodio Beizama para que personalmente trate de explicar al municipio y pueblo de Cañar la razón de nuestro repliegue (39). Para aquella fecha el padre Manuel, con habilidad diplomática, había dado respuesta satisfactoria al señor arzobispo y se había escabullido de enfrentarse con el municipio y pueblo de Cañar. Indicó al presidente de dicho cantón que la solución pendía del señor arzobispo con el que había dialogado ampliamente. Y al señor arzobispo presentó una leal excusa: las cien veces socorrida de falta de personal, agravada por bajas recientes: la vuelta definitiva a España de los padres Diego de Abáigar, Gregario de Mondragón, Vicente de Artavia y Lorenzo de Aspurz; el fallecimiento del padre Venancio de Huarte Araquil y el desplazamiento a Pasto del padre Santos de Egüés, con el cargo de maestro de novicios. Y el santuario de Cañar requería, a tono con lo propuesto por su excelencia, un mínimo de cinco padres, que atendieran, como era de rigor y justicia, la capilla del milagro, con– vertida en parroquia, la escuela y la "Casa Misión" destinada a promocionar vocaciones para la archidiócesis. Sin disimular el temor fundado de roces con el clero secular. 178

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