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Produjo también cierta decepción en el custodio Ruperto que el definito1io provincial de NCA se negara a costear el viaje "de los que llegan a esta incipiente custodia que ha comenzado con su caja custodial a cero centavos". Prefiere no comentar. "¿Para qué? Sería amargarme yo mismo más la vida, sin que en la amargura encontrara ninguna solución. Pero esto, aiíadido a mi resistencia a aceptar el cargo, hará que me vea precisado a llamar a otras puertas con esperanzas mejores de ser atendido" (45 ). Expresiones enigmáticas, que podrían significar su renuncia ante el definitorio general, en el que cuenta al menos con un valedor eficiente, el P. Pascual de Pamplona; sin embargo lo que pro– pone, ante la imposibilidad financiera de costear el viaje de otros tres o cuatro padres, "que serían necesarios para mantener con holgura las posiciones tomadas" y extender el radio de acción es la incorporación a la custodia, de los misioneros navarros actualmente en Guajira y el Caquetá (46 ). No fue sorda la provincia de NCA a las llamadas angustiosas de Ecuador. El día 27 de noviembre de 1951 desembarcaban en Guayaquil los padres Santos de Egiies y Martín de Sesma y el día 10 de diciembre, fray Vicente de Beortegui. Viajaron los dos primeros en el "Antoniotto Usodimare"; y quince días más tarde (23 de noviembre) partía de Barcelona fray Vicente. Mercancía de calidad, que no deja de encarecer el provincial, Serafín de Tolosa; por el Ecuador se había desprendido la provincia de predicadores y supe1iores tan admirables como Santos de Egües y Martín de Sesma, los cuales habían recaudado en su despedida más dinero que el importe del pasaje de los tres expedicionarios y que a mayor abundan1iento habían recibido ornamentos por varios miles de pesetas; "todo lo cual cede en beneficio de la custodia" (47). El padre Santos fue destinado a Gualea, como coadjutor del P. Viscarret. "Nota destacada de esta misión -escribe Langarica al minis– tro provincial- en la totalidad de las residencias es la pobreza" (48). Y el P. Martín de Sesma y fray Vicente de Beortegui, a Tulcán: ambos, pilares de la economía conventual, el primero con sus campañas de predicación por tierras de Colombia y el segundo con el peso de su alforja por los pueblos y recintos del Carchi. 145

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