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hasta un centenar de víctimas por año. (Son datos referidos a los años cincuenta, en que se internaron por aquellas tierras los capuchinos de la provincia NCA). Ni carretera, ni luz eléctrica, ni médico, ni agua potable, salvo en el núcleo de Mariano Acosta, que da nombre a la pan-oquia eclesiástica, y merced a los empeños de los padres Bemardino de San Isidro y Alejandro de Guaytarilla. (Puede suponerse que al cabo de 30 años, abierta la carretera de montaña, han mejorado las condicio– nes). Pónese de manifiesto lo angustioso y poco apetecible de aquel des– tino pastoral por los turnos que se fueron sucediendo, a tenor de la estadística formada por el P. Nemesio de los Arcos: 17 veces estuvo prestando servicio Clemente de Tulcán; 6 Juan de Bolívar (se secula- 1izó); 3 Pablo de Tulcán; 4 Bemardino de San Isidro; 11 Pedro de Pupiales; 1 Pacífico de Túquen-es; 9 Alfonso de Pupiales; 3 Vicente de Silva, cura secular; 2 Miguel Cabezas, canónigo de !barra y muy amigo de los capuchinos; 2 Lorenzo de Puen-es; 3 Alejandro de Guaytarilla; 1 Mateo de Pupiales, con el hermano fray Domingo de las Mesas; 3 años y ocho meses Nemesio de los Arcos, que bate todas las marcas de pe1manencia; menos de un año, su sucesor Matías de Caranqui; hubo quien no aguantó más de un mes. Son datos deducidos del "Libro de Bautismos" (38). El P. Nemesio de los Arcos recogió la herencia de los padres Alfonso y Mateo de Pupiales: iglesia que tuvo que restaurar y retejar y casa cural tan inhóspita como un establo, y desnuda de todo mueble y ajuar. Se hizo cargo de la pan-oquia pocos días después de Semana Santa (abril de 1951). Apenas si comulgaron cuatro personas en las funciones de Jueves Santos y Domingo de Pascua; al tercer año de su ministerio, pasaban de 700 comulgantes. Su ministerio pastoral estaba marcado por la feligresía y limitado por la condición humana de un solo operario responsable: catequesis contra la crasa ignorancia religiosa y contra la pereza sacramental; lucha ético social contra las b01Tacheras y los concubinatos; efusión de caridad en sus visitas a los enfe1mos. e) Cualea.- "Una cosa es vivir en España y otra en la selva, con el voto de pobreza sublimado a la máxima expresión; pero no me cambio por nadie. Soy pobre, porque debo ser y porque no tengo más remedio. ¡Bendito sea Dios!" -escribe Luis de Viscarret a los meses de avecindado en la zona noroccidental de la provincia de Pichincha (39). Gualea, con sus 300 habitantes, era a la sazón, el núcleo más importan– te, residencia del teniente político y parroquia eclesiástica. El fuerte crecimiento demográfico, por inmigración, ha miginado otras entidades jurídicas, como las de Pacto, Chontapamba y Nanegalito. Campo ministerial muy difícil por su accidentada orografía, pésimas comunica– ciones (hoy una carretera sin asfaltar salva los desniveles a imitación de 142

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