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Se fijó un honorario provisional, con 5 clases diarias, repartidas entre el director, Angel de Murieta (latín y castellano), y los profesores Carlos de San Isidro (aritmética, música y caligrafía), Basilio de Julio Andrade (geografía, historia patria y botánica) y Angel de Ucar (historia sagrada y catecismo, dos horas semanales). Demasiadas clases, donde es iuin la alimentación y excesivas las obligaciones ministeriales. Y no muy halagüeñas las perspectivas, cuando mucho se insiste en incompatibilida– des y repugnancias (28). ¿No hubo una cierta precipitación en improvisar aquel seminario seráfico? Verdad es que, cuando quiso el P. Ruperto estimulru: al P. Miguel de Arruazu, misionero en la Guajira, a incorporarse a la custodia de Ecuador, le presentó como aliciente la fo1mación de futuros candida– tos: "Una de nuestras primeras preocupaciones ha de ser formar la escuela seráfica, aunque al principio tendrá que ser pequeña, como el grano de mostaza. Ni las condiciones económicas de los dos conventos que tenemos ni su distribución local permitirán por ahora ciertos vuelos más altos" (29). Sin embargo no parece que el P. Ruperto se había lanzado a aquella empresa por impulso propio: "Siempre consideré prematuro -escribe al P. Pascual de Pamplona·- su establecimiento; pero el P. Angel, Guardián del convento, había anunciado oficialmente al pueblo su inauguración y no quería quedar en mal lugar. La atención de la escuela seráfica y su alimentación exigía más personal" (30). De igual parecer debió de ser el provincial de NCA, Serafín de Tolosa, a juzgar por la respuesta del P. Nemesio de los Arcos, que agrega como ratificación: "Ha sido un disparate que nadie lo quería hacer, sino el P. Angel de Ucar; y por no oponerse a sus proyectos, ahora lo esta– mos lamentando todos". Mas no se ha de considerar caprichosa arbitra– riedad, sino fluto de aquel optimismo por el que, desde su guardianato de Tulcán, se creyó el P. Ucar presto a levantar un "colegio de segunda enseñanza, que nos daría gran prestigio e influencia" (31). Con vigor lapidario definiría Machiñena aquel intempestivo fiute– cer: "Aún no nace y ya está pariendo" (32). 3) TIERRAS DE MISION.- Por su aislamiento geográfico y cultural, por las condiciones de aventura religiosa, por la soledad oprimente del operario evangélico, bien podían considerarse tierra de misión la zona noroccidental de Pichincha (Gualea-Pacto), la región del Intag (PEÑAHERRERA, Plaza Gutiérrez) y la de Mariano Acosta, que, a fuer de tal, tenía asignados 24.000 sucres anuales en los presupuestos del Estado. La región de Maldonado, a 90 kmts. de Tulcán, recibe la visita del sacerdote un par de veces al año (33) . • 139

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