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1mcia sus correrías misionales: tanda completa en solitario, novena misión en la catedral, las Siete Palabras a medias con el P. Ruperto, nuevos ciclos de predicación en triduos, quinarios, misiones, novenas. Y no al modo que se estilaba en Ecuador, de una conferencia por la mañana y un sermón por la tarde, sino en la forma agotadora, que allí se estimó revolucionaria, vigente en la España peninsular e insular: rosario de la aurora, plática de instrucción moral, catequesis a los niños, conferencias independientes según profesión, edad y sexo, sermón de la noche sobre las verdades eternas; y horas interminables de confesionario, hasta la una y las dos de la mañana, en ocasiones. Y los desplazamientos, largos, incómodos, fatigosos. "Dígales que vienen a ser misioneros... a caminar grandes jornadas a caballo y rabiar mucho cuando les toque viajar en auto mixto (asientos de madera para las personas y jaulas para los chanchos), por los caminos infernales del Ecuador" (25) . Segundo de la Vega, hermano del P. Bernardino de San Isidro, elogia en "La Voz del Norte" (Ibana) de 25 de junio a "este infatigable sacerdote capuchino", guardián de !barra, que con tan ferviente celo apostólico trabaja sin cesar por la salvación de las almas. En una de sus correrías, que puede considerarse de evasión y de recreo, bendice casas y fincas de Caranqui y colecta 60 sucres, 8 gallinas y dos sacos de maíz. No cargaban sobre los hombros del P. Serafín todas las acciones pastorales. Otro tanto podría escribirse del P. Ruperto de Arizaleta y, proporcionalmente, de los padres Ezeq1;liel de Pasto y Clemente de Tulcán, que, en desafío de su edad avanzada, atienden el culto en la iglesia conventual y recorren los pueblos en plan misionero. Operario de la viña del Señor puede considerarse , por su aportación a la vida de la fraternidad, fray Luis de Mariano Acosta, que, por los caminos tortuosos del Intag, en ocasiones bajo lluvias torrenciales, mendiga la limosna para sus hermanos religiosos: 3 quintales de café, 80 panelas y 9 gallinas, fruto de su campaña del mes de junio; durante el mes de julio, por la provincia de Imbabura, sacos de maíz, que, se reparte, según la calidad, entre la cocina y el establo (26). Llegaron por fin, el 24 de septiembre de 1950, los deseados del comisariato: padres Apolinar de Ta.falla y José Miguel de Arraiz, des– tinados, con fray Lorenzo de Arráiz, al convento de Ibana; Eustaquio de Añézcar, Eusebio de Iturgoyen y Luis de Viscarret a Tulcán; Neme– sio de los Arcos y Angel de Murieta, provisionalmente, al colegio de Pasto (27). Había gestionado el permiso de entrada, como en la expedición primera, Mons. César A. Mosquera, obispo de !barra, que no solamente mantuvo entrevistas personales con los representantes del poder eje- 119

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