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27 años, que ha hecho toda la campaña de España como capellán, buenísimo") y el hermano fray Eugenio de Yécora, destinado a servicio de misiones por el gobierno militar. Una vez que hayan tomado el pulso "a los vecinos ecuatorianos y pongan el pie sobre finne, será hora de enviar otra expedición de dos Padres más. Para comenzar, bastan; y van los tres muy buenos, dispuestos a trabajar y a hacer todos los equilibrios de gramática parda que sean necesarios" (16). Rendidamente agrndece el obispo Mosquera, que se desmelena por recaudar fondos para el pasaje de los misioneros, el gesto del provincial de NCA que amplió a seis el número de candidatos; el gobierno ecuato– riano había dado orden de extender otros tantos visados (17). El comisario de Chile Argentina, Pascual de Pamplona, gestador del acuerdo de Ibarra, previene al Padre Ignacio de P. que no anticipe el importe del pasaje, pues "hay peligro de que no se reembolse". Y añade un buen augurio y una observación atinada, que inesperadamente salió contrahecha: "Los Padres Ecuatorianos están deseando que vayan los Españoles. No se entienden bien con los Colombianos y éstos están molestos por la ida de los Españoles y p01 1ue se les ha quitado el convento de !barra. El P. Comisario provincial hará cuanto pueda para que los nuestros queden solos en el Ecuador, pues ni ha tenido ni tiene interés por él; ya que no ha podido impediT que vayan, como sabe que los Ecuatorianos han movido el asunto mediante los Srs. Nuncio y Obispo de Ibarra, tratará de molestarles llevando alguno de los que están actualmente en Ecuador a Colombia" (18). Trató el P. Briceño de brindar una solución; mas no por la táctica aislacionista, que apuntaba el P. Pascual, sino al contra1io, integracionista. Prometió al obispo Mosquera el envío de cinco sacerdotes de su comisariato al convento de !barra, la reincorporación de Tulcán y desde Tulcán el ministerio apostólico en Maldonado. Más aún, estaba presto a trasladar el novicia– do de Túquenes a !barra, a establecer la escuela seráfica en el vecino pueblo de Caranqui y a cargar con la dirección de una escuela superior masculina, compromiso que traía muy preocupado a su ilustrísima por el legado que con ese fin le confiara don José Mm:ía Placencia, ya difunto. Exultante de felicidad por t an faustas promesas, consultó con el señor Nuncio, Efren Forni, la forma diplomática de marginar, sin ofensa, lo acordado con el visitador general, P. Pascual de Pamplona. Parecíale suficiente entregar a los capuchinos españoles "la vecina parroquia de Caranqui con su magnífico convento y bella iglesia parro– quial (a dos Kmts. de !barra)... disfrutarían de buen clima, t endrían buenos proventos, desde allí se alternarían en el servicio de Mariano Acosta, que quedaría a cargo de ellos y también vendrían a prestarnos su auxilio en este lugar y misionarían también los pueblos de la Dió- 100

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