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plenamente el Sagrado Ministerio". Se encomiendan al P. Pascual de Pamplona las gestiones con el Nuncio en Ecuador, con el obispo de !barra y con el comisario de Ecuador-Colombia (7). De laboriosas y esquinadas califica el P. Pascual de Pamplona sus diligencias de mediador, singularmente con el comisario de Ecuador– Colombia, P. Tomás de Briceño, molesto porque se venía tramitando a sus espaldas la Íncorporación de personal nuevo; dispuesto a sacar del Ecuador a cuantos padres y hermanos de su comisariato hubiera en la actualidad; y empeñado en no ceder a la brigada de refuerzo que se le brindaba, otro convento que la baJ.Taca de Mariano Acosta. "En fin, quE: dejó el comisario la impresión (ante el nuncio y el obispo) de un pobre hombre" (8). Meses antes el comisario Briceño, bien informado de cuanto se apercibía, aunque no se le preguntara por su parecer, se había quejado de aquella marginación al P. Bernardino de San Isidro y hasta había llegado a descolgarse con ciertos presagios agoreros: "Dado que se quiera dar una sorpresa a nuestro pobre Comisariato, sería una falacia y entonces no tendrán la bendición de nuestro Padre San Francisco y el cordonazo del mismo no tardará en hacerse sentir en cuantos quieran entorpecer la buena marcha de nuestro Comisariato Ecuador-Colombia': Como si se tratara del asalto a una fortaleza. El presidente de la fraternidad de !barra le responde que si se envía personal es por las instancias cursadas desde el mismo Ecuador; y que si persiste en sus cavilaciones, espere la visita del P. Pascual de Pamplona, que se las resolverá. Y entre tanto lo que puede asegurarles "que el cordonazo caerá a los que hayan deJ.Tibado el edificio de la Religión, que no para los que, según sus fuerzas, han hecho lo que han podido para sostener el buen nombre de su Madre" (9). Expresiones que no son puüalada de pícaro, sino simple evidencia del choque entre ecuat01ianos y colombianos. No fue ajeno el P. Bernardino a la solicitud de personal hispano. Con razón diagnosticaba el P. Bemru·dino que se bastaría el P. Pascual pru·a curar las cavilaciones del comisa1io Bliceño. Vuelve a des– plazarse, por tercera vez, desde Buenos Aires a !barra. De su experiencia adquirida en la visita de las casas del comisruiato dedujo las conclusio– nes que presentó como bases a la filma del prelado Mons. Mosquera y del comisario P. Tomás Briceño. Hubo de introducir una, la quinta, por juzgarla insoslayable: permanencia en !barra del ex comisario y actual superior local, P. Bernru·dino de San Isidro, "alma de la restauración de la Orden en el Ecuador. Tanto el Sr. Nuncio como el Sr. Obispo lo consideran necesru·io en IbruTa; y creo que se entenderá bien con los 97

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