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pues mal podía haber entusiasmado con la perspectiva del Ecuador quien apenas había conocido, de estudiante, el convento astroso de Ibarra. Pero con esa felpa resultaba menos aristado presentar a su excelencia el fracaso de sus gestiones: no había conseguido de los supe– riores del comisariato Ecuador-Colombia el envío de un solo fraile (2). Sin mucha esperanza de éxito, por lo castigada que con la per– secución religiosa había sido la provincia, propuso el padre general a los capuchinos catalanes la recuperación de la parcela misional en que reposaban los restos de los Prats, Mataró, Savellá; pero su ofrecimiento se perdió en el vacío (3). Recurrió entonces al provincial de Navarra, Ignacio de Pamplona, que aceptó el envite y propuso el envío de cuatro sacerdotes, que bien pudieran ser de los que a la sazón se hallaban refugiados en Francia, por contingencias de la entonces llamada cruzada nacional y hoy guerra civil, a secas (4). Me aseguró el P. Gabriel de San Sebastián que el padre general . Donato de Welle, aceptó la sugerencia del P. Ignacio de Pamplona, aun– que ellos ignoraban el origen. Y que, sin atreverse a negarle, porque le estaban muy reconocidos, tampoco se decidieron a aceptar su invita– ción. Prefirió respetarles en su destierro y acudir nuevamente al provin– cial de NCA, con la indicación precisa de que señalara cuatro padres, por "ser deseo de la Santa Sede ese auxilio misionero" (5). Por el momento, responde el P. Ignacio de Pamplona, hay un candidato seguro: el P. Ruperto de Arizaleta, tercer definidor y guar– dián del convento de Pamplona, voluntario para lo que se ofrezca. Pero antes de designar los otros tres, convendría establecer sin ambigüedades las cláusulas siguientes: si se trata de tierra de misión o de fundar una custodia dependiente de la provincia de Navana; que por ahora los cuatro padres hayan de residir en un mismo convento, por ejemplo el de Ibarra, puesto que su prelado es quien nos invita; que estén bajo la dependencia directa del padre general y no del comisario, por temor (que le nace de su experiencia chilena) "a la hostilidad más o menos manifiesta de los Capuchinos ecuatorianos", con evidente peligro de fracaso (6). Se conforma el padre general con las proposiciones del provincial de NCA, Ignacio de Pamplona, el cual le garantiza que "los tres Padres que señalaremos para compañeros del M.R.P. Ruperto son todos de absoluta confianza, muy unidos entre sí y con él, están en los años mejores de su vida, entre los 33 y los 43 años, habiendo ya ejercitado 96
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