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SAN FRANCISCO Y LA IGLESIA 93 clérigos y legos, nobles e hijos del pueblo, sabios e ignorantes. ¿En qué vinieron a parar? En herejes pertinaces, en visionarios aventureros, en ascetas budistas, en fanáticos seductores. Al influjo de la Iglesia y a su profunda sumisión a las instrucciones de la misma, debe Francisco el haberse visto libre no sólo de estos extravíos, sino también de todo mal paso en la persecución de su ideal. Bajo el amparo y a la sombra de la Iglesia pudo él desarrollar sin cuidado su magnífica personalidad y su obra, que abraza todo el mundo. La Iglesia fué para él una verdadera madre y educadora, que no ahogó su ardiente idealismo, sino que lo dirigió, lo bendijo y lo hizo fecundo. El Santo se dió perfectamente cuenta de ello. Si tan continuamente inculcaba y practicaba el respeto y sumisión a la Iglesia era sencilla– mente porque estaba convencido y sabía por experiencia que la Igle– sia, ese establecimiento puesto por Dios en la tierra para curar las almas, era su mayor bienhechora y su más segura guía. Su discípulo amado Fray Gil expresó esta verdad, discreta y sencillamente como siempre, con las siguientes palabras: "¡Oh santa madre Iglesia Romana! Nosotros hombres ignorantes y miserables no te conocemos a ti ni conocemos tu bondad. Tú nos enseñas el camino de la salvación, tú nos lo allanas y muestras. Si alguno va por este camino, su pie no tropieza, sino que sube a la gloria" ( 68 ). De hecho se ha visto en todos tiempos que la Orden del Santo Patriarca de Asís ha caminado con seguridad y con fruto a través de la historia, solamente cuando su brújula estaba fijamente dirigida hacia la Iglesia. Tan pronto como esta aguja se puso en movimiento o se apartó de su norte, la Orden vivió días de extrema decadencia al exterior y de discordias en el interior. Recordemos solamente a los Espirituales, quienes, como es sabido, pretendían realizar en toda su estrechez y pureza el ideal evangélico de Francisco, pero acabaron tan miserablemente porque quisieron realizarlo sin someterse a la Iglesia. Retorno al Evangelio bajo la dirección de la Iglesia; tal debe ser la divisa de la Orden franciscana, si quiere llevar, sin falsificarlo, a través de los siglos, el ideal de su santo Fundador y santificarse a sí misma y a la humanidad. (OS) "Cum vero esset plenus fide devota et devotione fideli, ac in magna reverentia haberet ecclesiastica Sacramenta et canonicas sanctiones, quandocum– que de ipsis Ecclesiae ordinationibus referentem aliquem audiebat, valde alacriter et devore commendabat ea et dicebat: O sancta mater Ecclesia Romana! Nos insipientes et miseri non cognoscimus te neque bonitatem tuam. Tu doces nos viam salutis, paras et ostendis eam, per quam viam, si quis pergit pes ipsius non offendit, sed ad gloriam ascendit." Vita Fr. Aegidii, 106.

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