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SAN FRANCISCO Y LA IGLESIA 85 innumerables polluelos que no podía guarecer bajo sus alas. "Esa ga– llina, se dijo Francisco, soy yo, pequeño de estatura y negro de figura. Los polluelos son los Frailes, que han aumentado en número y gracia. Para protegerlos de la contradicción de malas lenguas no basta la fuerza de Francisco solo. Por eso quiero ir y encomendarlos a la Iglesia romana, la cual con su poderosa vara anonada a los malvados y otorga a los hijos de Dios plena libertad para aumento de la eterna salvación. Así conocerán los hijos los dulces beneficios de la madre y seguirán siempre con especial devoción sus huellas venerables" ( 38 ). Un suceso inesperado vino a poner por obra este propósito. Mien– tras Francisco se hallaba en Oriente ( 1219-1220) estalló, como es sa– bido, una crisis en la Orden ( 39 ). Francisco según su costumbre acu– dió en busca de instrucciones a la Corte Pontificia, donde Hugolino le procuró audiencia ante Honorio III. Pero por miedo de serle mo– lesto, el humilde varón aguardó en la antesala del Papa, hasta que éste saliera. Apenas lo vió, Francisco le mostró profunda reverencia y le dijo: "Señor Papa, Dios os dé la paz." Honorio respondió: "Dios te bendiga, hijo mío." "Señor, como vos sois un gran soberano y estáis con frecuencia ocupado en asuntos importantes, los pobres no siempre pueden hablaros cuando lo necesitan. Pero vos me habéis dado muchos Papas. Señaladme uno de ellos, con quien yo pueda hablar siempre que lo necesite y el cual escuche y trate en lugar de vos los asuntos de la Orden." "¿Cuál quieres que te dé?", preguntó Honorio. "Al Señor de Ostia", respondió Francisco. El Papa vino en ello, y desde aquel momento Francisco consideró al Cardenal Hugo– lino de Ostia como a su "Papa" ( 4 º). Y, de hecho, en adelante apenas hubo asunto de importancia en la Orden en que no tomara parte Hugolino, exceptuadas la organización y la redacción definitiva de la Regla. Ambos, Francisco y Hugolino no parecían ser ya más que un corazón y un alma, de modo que Tomás de Celano puede afirmar: "San Francisco estaba unido a Hu– golino como un hijo a su padre o como un hijo único a su madre; sin cuidado dormía y descansaba en el seno de su ternura. Hugolino hacía las veces de pastor y se portaba como tal; mas el nombre de pastor lo dejó para el Santo. El bienaventurado padre determinaba lo que era necesario; pero aquel bendito señor ponía por obra lo dis– puesto. ¡Oh cuántos, sobre todo al principio cuando esto sucedía, estaban en acecho para destruir la plantación de la nueva Orden! iÜh cuántos había empeñados en ahogar aquella viña escogida, que la mano del Señor tan bondadosamente acababa de plantar en el mun- (38) THoM. CEL., II, n. 23 s.; Tres Socii, n. 63. (39) loRo. A !ANO, n. 11-14. (40) loRo. A. IANo, n. 14. Cfr. Tres Socii, n. 64 s.
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