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72 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS llar a los ojos de los fieles por un abrasado amor al Santísimo Sacra– mento. Los Tres Compañeros nos aseguran que "sin cesar les amo– nestaba a que oyesen con fervor la misa y adorasen con gran devoción el Cuerpo del Señor" ( 49 ). Y en la Regla de 1221 se leen estas pala– bras: "Contritos y confesados reciban el Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo con gran humildad y veneración, recordando lo que dice el Señor ( 5 º): Quien come mi carne y bebe mi sangre, tiene la vida eterna; y en otro lugar ( 51 ): Haced esto en memoria de mí" ( 52 ). En los Capítulos Generales de la Orden una y otra vez encarecía lo mismo a sus Frailes ( 53 ). Como una vez hacia el fin de su vida no pudiese asistir al Capítulo, dirigió a la asamblea una de aquellas maravillosas cartas, donde escribe con la propia sangre de su corazón: "Os conjuro a todos, hermanos míos, besándoos los pies y con todo el afecto que puedo, a que mostréis toda la reverencia y todo el honor que podáis al santísimo Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo, en quien todo lo que hay en el cielo y en la tierra ha sido pacificado y reconciliado con Dios Todopoderoso ( 54 ). "También ruego en el Señor a todos mis Frailes, que son y serán y que desean ser sacerdotes del Altísimo que cuando quieran celebrar la Misa, ofrezcan puramente y con reverencia el verdadero sacrificio del santísimo Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo, con santa y pura intención, no por cosa alguna terrena ni por temor o amor de algún hombre, corno para dar gusto a los hombres ( 55 ). Antes bien, toda su intención se dirija, con la ayuda de la gracia de Dios, hacia Él, deseando agradar únicamente a ese mismo Señor soberano, porque en ello sólo Él obra, según le agrada, pues corno Él mismo dice ( 56 ): Haced esto en memoria de mí. Si alguno obra de otra manera, viene a ser un Judas traidor y se hace culpado del Cuerpo y de la Sangre del Señor ( 57 ). "Recordad, hermanos míos sacerdotes, lo que está escrito en la ley; que aquellos que la traspasaban eran condenados a muerte sin remi– sión, según la sentencia del Señor ( 58 ). ¿Pues de cuántos mayores tor– mentos creéis que es digno el que hollare al Hijo de Dios y tuviere por vil y profanare la sangre del Testamento, en que fué santificado, (49) Tres Socii, n. 57. (50) loAN., VI, 55. (51) Luc., XXII, 19. (52) Regula prima, c. XX; Opuse., BoEHMER, 18; LEMMENs, 50. (53) WAoDINGo, ad an. 1216, n. 11; ad an. 1219, n. 38-80. (54) Col., I, 20. ( 55 ) Col., III, :2. (56) Luc., XXII, 19. (57) I Cor., XI, 27. (G 8 ) Hebr., X, :R.

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