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SAN FRANCISCO Y LA EUCARISTÍA 71 por la salvación de las almas, y sobre todo les inculcaba que tuvieran limpias las iglesias, los altares y todo lo que sirve a la celebración de los santísimos misterios" ( 46 ). No contento con eso, dirigió a todos los clérigos del mundo una especie de carta pastoral sobre el Sacramento del altar, en la cual leemos estas palabras: "Reflexionemos todos los clérigos sobre el gran pecado y la ignorancia, que algunos tienen del santísimo Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo y los sacratísimos nombres y sus palabras escritas con que se con– sagra el Cuerpo. Sabemos que no puede existir el cuerpo si no es antes consagrado con la palabra. Pues ninguna cosa tenemos y vemos corporalmente en este mundo de ese Altísimo, sino el Cuerpo y la Sangre, los nombres y las palabras por las cuales hemos sido creados y redimidos de la muerte a la vida. Y todos aquellos que administran tan santos misterios reflexionen en su interior, especialmente los que los administran sin discreción, cuán viles son a veces los cálices, los corporales y los lienzos, en donde se sacrifica el Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo. Y muchos lo dejan en lugares despreciables, lo llevan miserablemente por los caminos, lo reciben indignamente y lo dan a otros sin discreción. También sus nombres y sus palabras escritas son a veces pisoteadas, porque el hombre animal no entiende las cosas divinas ( 47 ). ¿ Y no nos movemos a compasión por todas estas cosas, siendo así que el mismo piadoso Señor se pone en nuestras manos, y nosotros disponemos de él y todos los días le recibimos por nuestra boca? ¿Por ventura ignoramos que hemos de caer en sus manos? "Corrijamos pues prontamente y con esfuerzo todas estas cosas y otras semejantes; y en cualquier parte que se hallare el Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo colocado en lugar indigno y abandonado, quítese de aquel lugar y sea colocado y encerrado en lugar precioso. De igual modo los nombres y palabras escritas del Señor, siempre que se encuentren en lugares inmundos, deben ser recogidos y colocados en lugar honesto. Y sabemos que estamos obligados a observar todas estas cosas según los mandamientos del Señor y las constituciones de la Santa Madre Iglesia. Y quien esto no hiciere sepa que ha de dar cuenta en el día del juicio delante de nuestro Señor Jesucristo. Y el que hiciere sacar copias de este escrito, para que mejor sea observado, sepa que es bendito del Señor" ( 48 ). Y eso que Francisco recomienda a los clérigos y legos del siglo, lo inculca con tanto mayor celo a sus propios Frailes. Éstos debían bri- ( 4G) Specul. perf., c. 56. (47) I Cor., II, 14. (48) De reverentia corporis Domini et de munditia altaris; Opuse., ed. BoEH– MER, 62 s.; LEMME."<S, 22 S.
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