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58 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS Desde aquel momento, en virtud de un prodigio estupendo e inau– dito, Francisco fué una copia del cuerpo del Crucificado ( 85 ), estaba crucificado con Jesucristo, fué "un hombre crucificado" ( 86 ). Pero no contento con los dolores violentos que día y noche le causaban las llagas de las manos, de los pies y del costado, suspiraba por nue– vos martirios, para sufrir en todo su cuerpo, en cuanto fuera posible, los dolores del Salvador. Hubiera considerado como poco caballeroso el traer en sí la señal de la cruz del Señor sin experimentar también sus tormentos. Y Dios tuvo cuidado de proporcionárselos bien abun– dantes. Luego de la impresión de las llagas comenzó su cuerpo a ser afli– gido por males mucho más fuertes de los que hasta entonces estaba acostumbrado ( 87 ). En primer lugar le atacó un molesto dolor de ojos que no había de dejarlo hasta la muerte, que exigió dolorosas operaciones y terminó en una ceguera casi completa ( 88 ). Seis meses antes de su muerte, su cuerpo deshecho por las peniten– cias de muchos años y el trabajo sobrehumano fué afligido por diversas enfermedades de tal manera que apenas le quedó miembro sano. El estómago rechazaba casi todos los alimentos, el hígado se negaba a hacer su oficio, el vientre, las piernas y los pies se le hincharon, tenía con frecuencia vómitos de sangre. Demacrado hasta quedar hecho un esqueleto, venía a ser nada más que un retablo de dolores, haciendo temer que cada día iba a ser el último de su vida ( 89 ). Conmovido hasta derramar lágrimas díjole un sencillo Fraile: "Padre, rogad a Dios que use de más blandura con vos, pues parece que ha cargado su mano sobre vos más de lo debido." Mas Fran– cisco, lanzando un suspiro, le respondió: "Hermano, si no conociera tu candorosa sencillez, desde este momento huiría con horror de tu presencia, porque te atreves a criticar y reprender lo que Dios ha dispuesto de mí." Y aunque estaba rendido por su larga enfermedad, arrojóse en tierra y besándola dijo: "Gracias te doy, Señor Dios, por Saggio del processo per la canonizazione di S. Francesco, en "Miscellanea fran– cescana", vol. XV (1914), 129-137. En este estudio, al cual se ha prestado poca atención hasta ahora, publica el profesor Pennacchi un documento notarial del año 1226, en el cual cierto número de personas, todas ellas extrañas a la Orden franciscana, atestiguan haber visto las llagas, parte en vida del Santo, y parte después de su muerte. Añade después una descripción exacta de las llagas, hecha según los datos de esos testigos oculares, la cual coincide por completo con la de Tomás de Celano, I, 11. 95. (85) THoM. CEL., Tract. de mirac., n. 2. (86) THOM. CEL., I, n. 112. (87) THOM. CEL., I, n. 97. (88) THOM. CEL., 1, 11. 98, 99, 102, 105, 108; 11, n. 44, 64, 126; 166; Tract. de mirac., n. 14. (89) THOM. CEL., 1, n. 105, 107.

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