BCCCAP000000000000000000000206
56 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS Por eso se alegraban con las injurias y sentían disgusto por los honores. Así caminaron por el mundo como peregrinos y extranjeros y nada traían consigo sino a Cristo Crucificado" ( 79 ). Todo aquello que recordara a Francisco los sufrimientos y la pa– ciencia del Crucificado, afectaba en gran manera su corazón. Por eso le gustaban tanto las ovejuelas, que traían a su memoria al Cordero de Dios, que fué tan manso y sufrió con tanta paciencia. Viendo un día una oveja entre un rebaño de cabras y machos cabríos, enter– necido y lleno de compasión comenzó a lamentarse: "Mira, así andaba nuestro Señor Jesucristo entre los fariseos y príncipes de los sacer– dotes: manso, dulce y humilde" ( 8 º). Pero si su vista se fijaba en el Crucifijo, entonces se quedaba con frecuencia verdaderamente como ebrio de amor y de compasión. Entonces comenzaba a cantar primero en voz suave y después en voz cada vez más alta la dulcísima melodía, que bullía en su interior, y a publicar en sonidos franceses el divino susurro que sonaba en su oído. Por fin cogía del suelo dos palos, apoyaba uno de ellos en su cuello a manera de violín u otro instrumento y con el otro rascaba sobre él, como si pasara el arco sobre las cuerdas. Al mismo tiempo cantaba en francés canciones de amor a Jesucristo Crucificado ( 81 ), hasta que el sentimiento lo dominaba y prorrumpía en lágrimas y la– mentos. Y entonces los suspiros y sollozos duraban largo rato, hasta que olvidando cuerdas y arco caía en éxtasis y se remontaba hacia el cielo" ( 82 ). Así estaba Francisco cierta mañana luchando con su amor crucifi– cado; era el 14 de septiembre de 1224, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. "Oh, Señor mío Jesucristo, decía suplicante, te ruego que me concedas dos gracias antes de que me muera: la primera, que durante mi vida sienta en el alma y en el cuerpo, en cuanto sea posi– ble, los dolores que Tú, mi dulcísimo Señor, sufriste en la hora de (79) Actus, c. 4, n. l. (80) THoM. CEL., I, n. 77. (81) Francisco, al cantar al Señor canciones amorosas en lengua francesa tocando un instrumento músico, no hacía más que remedar a los trovadores provenzales, a quienes con mucha frecuencia había observado. Cfr. GoRRES, l. c. ( 82 ) "Nonnumquam vero talia faciebat. Dulcissima melodia spiritus intra 1psum ebulliens exterius gallicum dabat sonum, et vena divini susurrii, quam auris eius suscipiebat furtive, gallicum erumpebat in iubilum. Lignum quandoque, ut oculis vidimus, colligebat e terra, ipsumque sinistro brachio superponens arculum filoflexum tenebat in dextera, quem quasi super viellam trahens per lignum, et ad hoc gestus repraesentans idoneos, gallice cantabat de Domino. Terminabantur tota haec tripudia frequenter in lacrimas, et in passionis Christi compassionem hic iubilus solvebatur. Inde hic sanctus continua trahebat suspiria, et ingemi– natis gemitibus, inferiorum quae in manu erant oblitus, suspendebatur in caelum." THoM. CEL., 11, n. 127. Cfr. Spec. perf., c. 93.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz