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SAN FRANCISCO Y CRISTO 51 Francisco su celo en servir e imitar, a fuer de caballero, al Salvador. Además de la fidelidad en la guerra, también el amor, los servicios de amor eran de esencia de la caballería y esto ocurrió también en el caballero de Cristo. Era Francisco un carácter sumamente afec– tuoso. Amar lo grande y ser grande en el amor fué en todo tiempo una necesidad de su corazón. De ahí su juvenil entusiasmo por los vigorosos, admirablemente honestos cantos de amor y por las aven– turas y hazañas de la verdadera caballería. Desde el momento en que fué armado caballero espiritual trasladó a Cristo ese amor terreno. Los Tres Compañeros nos refieren: "Desde su conversión hasta su muerte amó a Cristo de todo corazón, teniendo siempre en la memo– ria su recuerdo, alabándolo con los labios y glorificándolo con buenas obras. Tan ardientemente y tan de corazón amaba al divino Salvador, que al oír pronunciar su nombre quedaba enajenado y exclamaba: "Los cielos y la tierra debían inclinarse al nombre del Señor" ( 56 ). En una ocasión escribió al Capítulo General: "Cuando oigáis pronun– ciar el nombre de Jesucristo, postraos en tierra y adoradlo, puesto que él es el nombre del Altísimo Hijo de Dios" ( 57 ). Tomás de Celano asegura: Con palabras conmovedoras "referían los Frailes, que con él habían vivido, cuán continuas y no interrum– pidas eran sus pláticas sobre Jesús, cuán dulce y suave su conversa– ción, cuán amorosos y benignos sus coloquios. Su boca hablaba de la abundancia del corazón y el torrente de amor iluminado, que llenaba todas sus entrañas, se desbordaba al exterior. Siempre estaba ocupado con Jesús; siempre traía a Jesús en el corazón, a Jesús en la boca, a Jesús en los oídos, a Jesús en los ojos, a Jesús en las manos, a Jesús en todos los demás miembros. ¡Cuántas veces estando a la mesa se olvidaba del alimento corporal, oyendo o pronunciando o pensando en Jesús! Entonces viendo no veía y oyendo no oía. Con frecuencia ocurrió también que yendo de camino meditando o cantando a Jesús se olvidaba del camino y convidaba a todos los elementos a que ala– baran a Jesús" ( 58 ). Asimismo en la oración importunaba al Salvador, pidiéndole la gra– cia del perfecto amor: "Yo te ruego, Señor, que la fuerza abrasadora y meliflua de tu amor absorba de tal modo mi mente que la separe de todas las cosas que hay debajo del cielo, para que yo muera por amor de tu amor, ya que tú te dignaste morir por amor de mi amor" ( 59 ). (56) Tres Socii, n. 68. (57) Epist. ad Cap. gen.; Opuse.; BoEHMER, 57. (58) THoM. CEL., I, n. 115. (59) BoEHMER relega entre las "obras dudosas" ( dubia) la oración Absorbeat, cuyo primer testigo es Ubertino de Casale ( 1305).
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