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50 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS de nuestro Señor Jesucristo e imitar sus ejemplos. En continua medi– tación recordaba sus palabras y con sutilísima consideración traía a la memoria sus obras" ( 52 ). La imitación de Jesús en todas las situaciones de la vida, en pensa– mientos y deseos, en acciones y omisiones, imitación de Jesucristo práctica, enérgica, no interrumpida, constante hasta la muerte, tal fué el secreto de San Francisco. En todo procuraba hacerse semejante al Salvador, en las cosas grandes lo mismo que en las pequeñas, en la vida íntima de su alma como en su método de vida exterior. De él dice Garres: "Si desde el tiempo de los Apóstoles ha encontrado el Salvador un hombre que haya seguido sus pisadas, que haya seguido sus enseñanzas y ejemplos y se haya adherido a Él con todas las fuer– zas de su alma, fué ciertamente este varón de natural sumamente entu– siasta, el cual soleándose sin cesar en su divina luz, se convirtió por fin a su vez en foco luminoso, que no sólo reflejó su resplandor, sino también reprodujo su imagen" ( 53 ). Bartolomé de Pisa, en su obra Sobre la conformidad de la vida de San Francisco con la vida de nuestro Señor Jesucristo, ha trazado un cuadro, ingenuo y exagerado a veces, pero de una profunda verdad en su conjunto. La idea fundamental de esa obra está ya expresada en las primeras líneas de los Fioretti: "Semejanzas de San Francisco con Jesucristo. Primeramente es de considerar que el glorioso señor San Francisco en todos los actos de su vida fué conforme a Cristo bendito." Por lo demás el más antiguo biógrafo de San Francisco advierte ya: "Yo creo que el bienaventurado Francisco fué un santí– simo espejo de la santidad del Señor y una copia de su perfec– ción" ( 54 ). Esta conformidad llegó hasta tal punto, que San Buena– ventura encuentra casi natural que el Santo al fin fuera hecho seme– jante a su modelo crucificado recibiendo las sagradas llagas: "Como el varón de Dios había sido semejante a Cristo en las acciones de su vida, también debía serlo en las pruebas y dolores de la pasión antes de pasar de este mundo al otro. Y aunque corporalmente estaba muy debilitado por la grande aspereza de su vida pasada y por el continuo llevar de la Cruz del Señor, sin embargo no se espantaba, mas antes se armaba de nuevos bríos para sufrir el martirio. Es que estaba abra– sado del fuego inextinguible del amor al buen Jesús" ( 55 ). III. El ardiente amor a Cristo era el manantial de donde sacaba (52) THoM. CEL., I, n. 84. ( 53 ) J. GéiRRES, Der heilige Franziskus van Assisi, ein Troubadour, en "Katholik", XX (1826); tirada aparte: Estrasburgo, Le Roux, 1828, 50. ( 54 ) "Existimo autem beamm Franciscum speculum quoddam sanctissimum dominicae sanctitatis et imaginem perfectionis illius." THoM. CEL., 11, n. 26. (55) S. BoNAv., c. 13, n. 2.

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