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SAN FRANCISCO Y CRISTO 45 Nunca creía mostrarse bastante generoso y agradecido por la merced y honra de haber sido armado caballero divino. Cantando canciones espirituales de caballería ( 24 ) puso manos a la obra, lleno de ardor y osadía. Todo lo que conoció ser voluntad de su Señor soberano, lo cumplió con solícita diligencia. Pensó que ante todo debía servir a los más pobres entre los pobres de Cristo, a los leprosos, en quienes el mundo creyente de la Edad Media veía al mismo Salvador paciente. Socorrer a éstos le pareció ser uno de los más hermosos oficios de un caballero de Cristo. Por lo demás el mismo Señor lo llevó entre aquellos infelices, que vivían apartados de todo el mundo ( 25 ). Verdad es que al principio su horro– roso estado le causaba gran repugnancia ( 26 ); pero se acordaba de su profesión de caballero y se decía a sí mismo: "No serías caballero de 'Cristo si no tuvieras valor para vencerme" ( 27 ). Y diciendo esto abrazaba a los leprosos con caballeresca osadía y les daba el ósculo de paz ( 28 ). Poco después recibió una orden del Señor, el cual le habló desde la cruz, diciéndole: "Francisco, ¿no ves que mi casa se derrumba? Ve y repárala." Atónito y espantado respondió: "Señor, con mucho gusto lo haré." Y creyendo se trataba de hacer obras en la casa mate– rial de Dios, se dedica a construir iglesias, va mendigando el mortero y las piedras, los lleva sobre sus hombros, se convierte en obrero y director de obras, llegando casi a consumir sus débiles fuerzas con ese penoso trabajo al cual no estaba acostumbrado. Pero, ¿qué im– porta? Para él está sobre todo la fidelidad en cumplir exactamente, a fuer de caballero, los encargos de su Señor ( 29 ). Pero cuando el Señor le manifiesta claramente (ªº) que lo ha esco– gido para reedificar y renovar la Iglesia espiritual de Dios, abraza y realiza su vocación apostólica con el ardiente celo de un San Pablo. Durante toda su vida hizo cuestión de honor el seguir siempre al llamamiento de su Señor, semejante a un guerrero que va en busca de aventuras militares, sin examinar largamente ni inquirir sobre los caminos que debe recorrer y sin pesar los sacrificios que tenga que ofrecer. Como valiente caballero "siempre procuraba realizar grandes hazañas", nos asegura su biógrafo ( 81 ). (24) THoM. CEL., II, n. 127. (25) Test., Opus., ed. BoEHMER, 36; LEMMENs, 77. ( 2 6) Ibídem. (27) S. BoNAV., Leg., c. I, n. 5. (28) Ibídem, y THoM. CEL., I, n. 7; Tres Socii, c. 11. (20) THoM. CEL., I, n. 21; Tres Socii, n. 21-24. (30) S. BoNAV., c. II, n. 1, 8. (81) THoM. CEL., I, n. 55.
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