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SAN FRANCISCO Y LA CIENCIA 377 ya luego de aprobada su Regla (1216) navegaron a velas desplegadas hacía el fin propuesto, hacia los estudios científicos. Que los Fran– ciscanos emprenderían pronto la misma tarea era tanto más de espe– rar, cuanto que los tres personajes que con admirable celo inauguraron y llevaron a cabo la reforma científica fueron los mismos que dieron toda la dirección a la Orden, es a saber, Inocencío III (t 1216), Ho– norío III (t 1227) y Gregario IX (t 1241). En especial desde que Honorio III se hizo representar en la Orden de Menores por dos ilus– tres favorecedores de las ciencias, el Cardenal Hugolino, que fué des– pués el Papa Gegorío IX, y Fray Elías de Cortona ( 87 ), el Instituto por fuerza debió ser encaminado hacía la organización de los estudios. Por otra parte el hecho de que el mismo Francisco eligió a Hugolíno por Cardenal Protector (desde 1216) y a Fray Elías por Vícarío Gene– ral ( 1221) y de que hasta el fin de su vida estuvo unido con ellos por lazos de íntima amistad ( 88 ), viene a probar de nuevo hasta qué punto tenía en cuenta el santo Fundador la dirección científica em– prendida por su Orden. Realmente vemos que los Minoritas aun en vida de Francisco visitan ya los tres más famosos focos de las ciencias, las escuelas mundiales de Bolonia, París y Oxford ( 89 ). Ahora bien, en aquellos santuarios de la ciencia, donde los escolares afluían a millares y las corporaciones universitarias formaban ciudades propias dentro de las ciudades, donde los más renombrados maestros se presentaban como anunciadores de la palabra divina, donde por consiguiente predicadores y oyentes eran igualmente instruídos, sólo a base de una sólida instrucción teológica podía esperarse sacar provecho. Era preciso procurar hábiles predi– cadores y por lo mismo cuidar de la educación de los propios alumnos de tal manera que la Orden aun bajo el aspecto científico se pudiera granjear estima y aprecio en los círculos universitarios. El ingreso en la Orden de muchos escolares y maestros hizo todavía mayor esa nece– sidad, la cual muy luego se resolvió prácticamente, cuando algunos maestros, que a una con sus oyentes habían vestido el pobre sayal de San Francisco, continuaron en adelante sus lecciones en el convento y convirtieron los colegios de Minoritas en las más visitadas escuelas universitarias. (87) BERNARDO DE BESSA (Catal. General. Ministr., ed. P. HILARIN, 97; ed. Anal. franc., III, 695), dice de él: "Vir adeo in sapientia etiam humana famosus, ut raros in ea pares Italia putaretur habere" SALIMBENE DE PARMA (Chronica, 405) enumera los muchos defectos de Fray Erías y añade después: "Hoc solum habuit bonum frater Helyas, quia Ordinem fratrum Minorum ad studium theologiae promovit." (88) Véase FELDER, o. c., 121, nota 4 (trad. fr., 130, nota 3). ( 89 ) Para éstos y los siguientes datos, cfr. FELDER, o. c., 123-316 (trad. fr., 131-330).
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