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SAN FRANCISCO Y LA CIENCIA 369 Escritura. Y también está fuera de duda que ese estudio de la Escri– tura era muy limitado. Por muy grande que fuera el rigor con que la Iglesia a principios del siglo xrn exigía de los predicadores el estudio, era muy insignificante el caudal mínimo de conocimientos con que debía contentarse ( 41 ). Hasta los Dominicos pidieron el año 1228 sólo tres años de estudio para los Predicadores Generales que traba– jaban entre herejes, mientras que los predicadores populares ordinarios eran admitidos a predicar después de un año de estudio ( 42 ). Al prin– cipio habrían sido aún menores los requisitos exigidos entre ellos. Todavía serían más modestas en aquel tiempo las pretensiones entre los Franciscanos, limitándose de ordinario a un estudio sumario (lectio cursoria) de los Libros sagrados. Pero este estudio lo exigía Francisco de todos los Frailes, a quienes se había encomendado el oficio de la predicación. San Buenaventura, escribiendo contra Guillermo de St. Amour, enemigo de los estudios franciscanos, dice: "Para que sepas cuánto apreciaba Francisco el estudio de la sagrada Escritura, escucha lo siguiente: Un Fraile que todavía vive, me contó que en su tiempo no había a mano más que un Nuevo Testamento y por consiguiente la Escritura no estaba a disposición de todos los Frailes del convento. Entonces desencuadernó Francisco el único ejemplar y repartió entre los Frailes las hojas sueltas, para que todos pudieran estudiar sin estorbarse mutuamente" ( 43 ). Esto seguramente se refiere todavía al primer decenio de la Orden. Más tarde, cuando el Santo ya no podía leer a consecuencia de su mal de ojos, recordaba su antiguo fervor en la lectura de los libros sagrados y la recomendaba con insistencia a los Frailes con el fin de ampliar sus conocimientos teológicos ( 44 ). En general, quería, según el testimonio de Tomás de Celano, que los anunciadores de la palabra divina se dedicasen a estudios intelectuales con exclusión de toda otra ocupación, diciendo que eso lo exige su oficio, pues han sido elegidos para comunicar a los pueblos los edictos que ellos reciben de la boca del gran Rey ( 45 ). Coinciden con esto las ordenaciones que dió en la Regla definitiva pocos años después de haber emprendido la predicación de la Escri– tura. Verdad es que en ella no se encuentran ni podemos esperar de ( 4 1) FELDER, Gescbichte der wissenscbaftlicben Studien, 49 s. (trad. franc. 56). ( 4 2) Die Konstitutionen des Predigerordens, l. c., 223, n. 31. (43) S. BoNAv., Epist. de tribus quaestionibus, n. 10, Opera, VIII, 334. (44) "Bonum est Scripturae testimonia legere, bonum est Dominum Deum nostrum in ipsis exquirerc; mihi vero tantum iam ipse de Scripturis adlegi, quod meditanti et revolventi satissimum est." THoM. CEL. II, n. 105. (4G) "Ministros verbi Dei tales volebat, qui studiis spiritualibus intendentes nullis aliis praepedirentur officiis. Hos enim a quodam magno rege dicebat electos ad edicta, quac ex eius ore perciperent, populis demandanda." lbíd., n. 163.
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