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44 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS Al acto de armar caballlero seguía inmediatamente la prueba de la caballería. En una instrucción contemporánea sobre la caballería se dice: "El recién armado caballero debe en el primer torneo poner todo su empeño por obtener el premio" ( 19 ). El cambio de senti– mientos obrado en Francisco conjuró contra él una verdadera lucha de gigante. Su mismo padre lo persiguió, su hermano hizo burla de él, toda la ciudad de Asís, que acababa de ensalzarlo como rey de la juventud, se reía ahora de su pretendida locura. "Veían cómo había mudado su anterior manera de vida y lo atribuían todo a locura. Le reconvenían por ello violentamente y le arrojaban piedras y barro" ( 2 º). En un principio procuró declinar estas acometidas y se retiró a una cueva para dejar que el torrente de ira fuese apaciguándose. "Era todavía, advierte Tomás de Celano, novicio entre los atletas de Cris– to" ( 21 ). Pero pronto se le representó esta manera de portarse como cobardía e intento de huída, se avergonzó de su proceder poco caba– lleroso y decidió exponerse sin temor a los ataques de sus enemigos. "Se levantó resuelto, presuroso y ligero, se armó con las armas de la confianza en Cristo y embrazando el escudo de la fe, abrasado en ardor divino salió a luchar por su Señor. Como legítimo caballero de Cristo se hacía sordo a todas las persecuciones y por todo daba gracias a Dios, sin que ninguna injuria fuera capaz de quebrantarlo o inmu– tado" ( 22 ). También el príncipe de las tinieblas intentó hacerlo des– viar de su propósito, pero en vano, "pues el valiente caballero de Cristo, afirman los Tres Compañeros, despreciaba sus amenazas y rogaba a Dios que dirigiera sus caminos" ( 23 ). Desde este punto Francisco puso al servicio de Cristo todos los sen– timientos que le eran propios por naturaleza: su ánimo resuelto y deci– dido, su liberalidad, su intrepidez, su magnanimidad en pensamientos y en obras. Si antes todos sus pensamientos y esfuerzos habían tenido por objeto agradar a los grandes de la tierra y por ese medio alcanzar nobleza y señorío, en adelante no pensó más que en reconocer y cumplir los deberes que le imponía su calidad de caballero de Cristo. ( 19 ) Tomado de la obra: Das Ritterwesen des Mittelalters nach seiner poli– tiscben und 111ilitiirischen Verfassung, escrita en francés por LA CuRNE DE LA SArNTE-PALAYE, traducido al alemán y anotado por KLÜBER, Nurenberg, 1786, I, 417. (20) THOM. CEL., I, n. 10 s.; Tres Socii, 11. 17. (21) "At ipse, quia novus Christi athleta erat, cum audiret persequentium minas ac eorum praesentiret adventum, dare locum irae volens, in quandam occultam caveam, quam ad hoc ipsemet paraverat, se mergebat." THOM. CEL,, I, n. 10. (22) Ibídem, n. 11. ( 2 3) "Christi miles fortissimus minas diaboli vilipendens orabat, ut Deus dirigeret viam suam." Tres Socii, 11. 12.

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